A mi padre, Pedro González Moyano

SILVIA GONZÁLEZ CRUZ
POZOBLANCO


Pedro González Moyano en la farmacia Lda. Antonia Navas Muñoz. 


Nacía un 29 de julio de 1954 día de “Santa Marta” (tu Santa Marta querida) un niño en una familia de cuna humilde y generosa, que no sabía que pasaría gran parte de su vida entre bambalinas de fórmulas magistrales, medicinas, recetas de papel, pañales, con la cercanía de compañeros donde has crecido, enriquecido y alimentado en tu madurez como persona.

El respeto que le has prestado a este oficio. Oficio que empezaste con 14 años de edad, con maestros como doña Angelita, Juan, Rafael, Don Eduardo, también tu servicio militar en el hospital civil de Córdoba, donde gracias a ellos siendo humilde pero honesto has sido importante en la recuperación de muchas personas gracias a tu profesionalidad, apoyo, seguimiento y también donde has visto crecer a muchas generaciones.

Estás hecho de una pasta especial, con unos poderosos parpados para aguantar guardias, un inmenso cerebro para guardar conocimientos, un traductor de recetas, oído para escuchar, paciencia infinita, detector de enfermedades, una amplia sonrisa, un corazón gigante y un vademécum 24 horas al día.

Mi padre el que pasaba noches enteras de guardia con la responsabilidad que eso conlleva y nos dejaba al amparo de su compañera de viaje mi madre, y que mi hermano y yo dentro de la inocencia de unos niños se ponían felices, contentos e incluso se peleaban para acostarnos esa noche con mamá. Todavía recuerdo cuando nos acechaban las malditas “anginas” y nos escondíamos debajo de la cama, dentro del armario o donde nos pillara para que no nos pusieras la inyección tu papá, también practicante.

Recuerdo cuando llegabas por las mañanas contando las anécdotas de la noche, -esos papis que se les había olvidado comprar la leche para su retoño, un chupe, un biberón- esas parejas que llegaban apuradas por el ímpetu del amor a pedirte consejo y colaboración. Cuando llegaba la época de carnaval y en aquella farmacia sacaron unas coplillas donde no había “CONTROL” que comprar.

Cuantas confidencias, secretos, alegrías, consejos y penas has vivido con tus clientes, tus amigos; a los cuales con un paracetamol de tu sonrisa, un ibuprofeno de tu corazón y un ceregumil de tu energía, has conseguido ser el omeprazol de sus vidas para hacer mas liviano su camino ,siempre acompañada de una amena y entretenida conversación. Cuantos debates de fútbol habrá en ese mostrador con clientes afines a tu equipo y otros no tanto que pasan por allí solo por hacerte rabiar.

Cuantas veces te habrás peleado con ese ordenador, (las nuevas tecnologías) donde quedaron las recetas de papel, las recetas ilegibles que solo un profesional es capaz de transcribir. Cuantos escaparates hechos, realizados cuanto cariño puestos en ellos con la temática correspondiente a cada época o fiesta del año y del pueblo para hacer de la Farmacia un sitio más agradable.

Sólo te queda, por un lado, llevarte la satisfacción de un trabajo completo y bien hecho, el recuerdo de haberte llevado tantas noches a la cama la sonrisa agradecida de tus clientes. Y, por otro lado, escuchar muchísimos “Enhorabuena”, tu profesionalidad posee un carisma de servicio innegable y ahora verás los efectos.

Por fin ahora tendrás la oportunidad de descubrir la belleza del mundo, de descansar y de hacer aquellas tareas que antes por diversas razones no pudiste hacerlo. Aún hay tiempo, si quieres, date el lujo de llegar tarde cuando elijas.

Doy gracias a la vida y a tu Señor Resucitado por brindarte todos estos años de salud. Donde has podido desarrollar tu carrera profesional llena de vida, amistad y buenos recuerdos. De todo corazón, muchas gracias por tu servicio y dedicación.

Te Queremos.




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