El vuelo de Fabián Dorado

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Esta semana se está disputando el Open de Tenis Ciudad de Pozoblanco, homenaje a Fabián Dorado, que se ha incrementado esta edición hasta los 25.000 dólares en premios.

Desde el pasado año se ha retomado este torneo con su semana grande de tenis, cogiendo el testigo los dos hombres de confianza y que siempre han estado trabajando bajo la dirección de Fabián: Marcos García y Antonio Moreno, los cuales, con el apoyo económico de instituciones públicas y privadas, quieren seguir subiéndolo hasta situarlo en un challenger de los mejores de nuestro país.

El miércoles de la semana pasada fue la presentación del torneo en la zona vip del polideportivo municipal, con una mesa amplia en número y relevancia de todos los sectores.

Dentro de las alocuciones de todos los que intervinieron me quedo con una frase del alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello, cuando resaltó lo siguiente: “Hace unos minutos no había ni una pizca de viento y cuando ha comenzado esta presentación las banderas de la pista central que lleva su nombre han comenzado a moverse con una fina brisa”.

El vuelo del creador y mantenedor de este gran torneo empezó sobre el complejo deportivo del polideportivo, permaneciendo durante toda una semana.

Yo soy creyente, aunque de una manera muy particular, y dentro de esta creo que hay algo de la esencia de la parte interior que queda una vez que el cuerpo físico deja de funcionar. También esa impronta de la persona que se marcha y que ha dirigido y mantenido una relación muy cercana, imanta a los mismos en el camino que éste marcó.

A Fabián Dorado lo conocí en el año 1992, cuando se disputó el primer torneo de Perfil Peninsular, en las mediocres pistas de cemento de la piscina municipal. Desde aquí vendría una larga relación, porque entonces yo dirigía como fundador la Escuela Municipal de Tenis.

La relación se incrementaría como jugador, coordinador de prensa y en los primeros años como juez de silla en semifinales y finales.

Fabián era una persona que aparentaba estar un tanto despistado con su fisonomía rústica, como el gran actor cómico Paco Martínez Soria. Eso solo era la apariencia, porque todo lo que ocurría a su alrededor lo absorbía como una esponja.

Su personalidad perfeccionista hacía que algunas veces mostrara su fuerte carácter, incluso con regañina incluida. Alguna vez, dentro de la confianza, le exclamé: ¡Pero hombre, Fabián, que no estoy trabajando en tu empresa!

Él era de una generación que se crió en los años duros de la dictadura, desde que nació a últimos de los años cuarenta. Una generación de escasez, de mucho palo y poca zanahoria, saliendo de los sótanos hasta formar una gran empresa y familia.

Fue de esa generación, como Miguel Bajo, los hermanos Arroyo López, Juan José Torralbo, Pedro Ortiz, Andrés Encinas, Andrés García, Juan Manuel Blanco… Todos ellos de edades parecidas y con el paralelismo de salir de la nada más absoluta.

Por ello le pedí de favor a Fabián que accediera a darle trabajo a mi hijo en el verano durante los meses de vacaciones, cuando tenía 16 años. Él, sin ponerme ningún pero, me dijo que sí, que fuese al día siguiente a la empresa.

A mi hijo le dije, “Aprovecha y aprende, porque Fabián es uno de los mejores empresarios y sobre todo comercial de la comarca”.

Así fue, y la relación con él, su mujer Teresa y su hija María Luisa, fue sobresaliente, aprendiendo y sirviéndole como un escalón más hacia la carrera que haría de ingeniero superior industrial.

Yo lo tenía claro, un alumno con ganas de mejorar tiene que tener un gran maestro.

El pasado domingo recibía una gran alegría con la llamada de Antonio Moreno, que me comunicó que al día siguiente, lunes, se le iba a hacer un homenaje a Miguel Valor, de Alcoy, que ganó los torneos de 1994 y 1995, pues venía acompañando a su sobrino que ha participado como jugador en la presente edición.

La noche del homenaje fue inolvidable, por la conversación con él y el fuerte abrazo que nos dimos. Yo le hice entrega de varias copias del entonces Boletín Municipal y el diario Córdoba, en los cuales se hacían eco de sus triunfos y de sus declaraciones de aquellos días. También le hice entrega de mi libro, “Un patrimonio lleno de vivencias”, pues, entre esas vivencias, aparece él en la final que ganó en 1994, con una foto referida al sorteo de saque y pista, apareciendo un servidor como juez de silla en medio de los dos jugadores.

También disfrutamos ambos con la entrevista que le realicé para la televisión, canal 54, pasándome de tiempo, porque el reloj se me paró.

Ese año fue excepcional para mí, permaneciendo de una forma indeleble en la mente y el corazón. A las funciones de juez de silla y de encargado de prensa, se unió el trofeo de plata que me entregaron como mejor jugador de la comarca.

Eran unos tiempos en los que no existían las nuevas tecnologías, todo se hacía de una forma directa y mucho más humana y cercana. El teléfono fijo y el fax eran las herramientas de comunicación.

La convivencia entre jugadores, organizadores, colaboradores, etc… era como la de una gran familia, donde la espontaneidad y el compartir eran lo que primaba.

Miguel Valor, un gran jugador, pero todavía mucho mejor persona, que se hizo querer, teniendo a todo el público de su parte.

Fabián tuvo una buena relación con Pedro Muñoz, director del torneo de El Espinar (Segovia), y éste, que también fue presidente de la Federación Española, siempre destacó la grandiosidad y respuesta del público en los torneos de Pozoblanco, reconociendo el pilar fundamental de todo en la persona de su amigo Fabián.

Y hablando del torneo del Espinar, me llevé una pésima impresión cuando el pasado sábado, por el canal público Teledeporte, presencié una de las semifinales y allí apenas había 80 personas presenciándola en directo, y eso que tiene una dotación en premios de 100.000 dólares y la difusión de la televisión.

Esta edición del torneo de Pozoblanco he tenido la alegría de ver a la viuda de Fabián, Teresa, acompañando a sus hijas en los diferentes eventos, y aunque la procesión del dolor va por dentro, he podido comprobar en su conversación y gestos la Tere de antes, alegre, espontánea y con el sello de su gran personalidad. Estoy seguro que su marido así es como la quiere ver, y seguir todos como lo están haciendo, conviviendo unidos y departiendo vivencias, hijas, parejas, nietos, hermana María y Tere.

La vista se me fue hacia el cielo y la noche estrellada iba acompañada de una muy suave brisa que hacía más llevadero el calor estival. El vuelo de la imagen y la impronta de Fabián Dorado se podían palpar. Él, desde lo alto, transmitiendo y dándole fuerzas y acierto a sus alumnos, que han cogido su testigo y relevo para seguir organizando cada año este torneo de tenis tan importante para Pozoblanco y Los Pedroches.

No tengáis la menor duda de que el vuelo de Fabián volverá todos los años en la primera quincena de agosto, para supervisar desde arriba que todo salga como él quería.


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