Una tarde llena de duendes en Los Llanos

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO

Bonita tarde de toros la que se vivió en Pozoblanco el pasado sábado en la que todos salieron por la puerta grande. Y eso que todo arrancó entre paraguas e incertidumbre. Había habido cambios en el cartel. Por allí no estaba ni Roca Rey ni Manzanares. En su lugar entraron Ferrera y Emilio de Justo quienes firmarían una tarde exquisita llena de sentimientos y emociones. Cada uno en su papel. Lo de Emilio de Justo es una fábula que no tiene final. Ahora mismo es de los pocos toreros capaces de aglutinar calidad, técnica y pureza. Y lo de Ferrera fue grande también. Formó una algarabía de inspiración, locura y fantasía en el segundo de su lote. El Fandi estuvo en su papel: soberbio y puro en banderillas y gustándose con la capa sobre todo en el primero de su lote. Un gran animal al que le demostró su buen hacer capotero. Se le escapó con la muleta. Lo llenó de pases aunque no supo sacar todo el tesoro que el toro tenía por su pitón derecho. 

Los toreros salieron a hombros por la puerta grande el pasado sábado día 21 de septiembre. /Fotos: SÁNCHEZ RUIZ

Emilio de Justo demostró por qué está asaltando el trono de los elegidos. A pesar de tener el peor lote supo sacarle a sus dos enemigos lo que tenían dentro y hacerlo arte. Dejó al tendido con la boca abierta en un quite por chicuelinas. A su primer enemigo lo introdujo en la muleta y lo llevó con la suavidad, pulcritud y tacto de un torero de caricia.

Eso es Emilio. Un torero que parece acariciarlo todo (la tela, al toro y todo lo que toca). Toreando hacia dentro, profundo, con la cintura quebrada y con mucho sentimiento en unos apoteósicos naturales en los que dio una lección de lo que es saber torear esperando, acariciando y emocionando. Todo en una armonía que hizo que la fantasía flotara por un albero que se encendía a la caída del atardecer con una exquisita faena que era de dos orejas si no hubiera pinchado. Magistral. Todo lo hacía tan despacito que hasta la emoción palpitaba. Emoción que iba del albero a los tendidos. Sin perderse. ¡Qué torero! A su segundo lo peleó hasta el final. Tiró de casta y le sacó varios derechazos de categoría. Una pena que el toro se parara y no diera para más. Hubiera sido antológico cerrar la corrida con un toro excelente. Pero fue el último astado el que más carencias mostró. Pese a ello, De Justo le sacó momentos. Se metió en los terrenos del valor en una aventura que le valió una oreja. Merecida. Esa sutilidad e inteligencia suya nos fascina. Nos dio una tarde poética. De las que se suelen recordar siempre.

A Ferrera le inspiraron los duendes que lleva dentro y empezó a sentir cosas en el segundo suyo. Él es así. Tiene capacidad de expresión y llena todo de romances y sueños. Todo a su manera. Es el más gamberro a la hora de interpretar la fantasía. Formó un alboroto que acabó con la petición de indulto por el público. Demasiado premio hubiera sido. No obstante, el extremeño dejó pasajes preciosos de una faena hermosa en la que se gustó. Y mucho. Clavó el estoque en el centro del ruedo, aplaudió a la banda y parecía cantar sobre el albero. Debía de ser una canción preciosa pues iba al compás de la banda. Parecía estar en una dimensión donde el mundo era de cartulina. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro de Daniel Ruiz que dio mucho juego y sobre todo hizo sentir y mucho al torero. Destacó al natural. Le sacó una obra con una seriales a ambas manos angélicos. Enorme Ferrera que volvió a ser lo que él siempre ha querido ser: un torero diferente que siente cosas. Que no se puede explicar por mucho que las escribas. 


























/Fotos: SÁNCHEZ RUIZ


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