Cuando los universitarios parten en octubre

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)



“Los estudiantes en los pueblos son bonitas canciones que dejan de oírse con el frío”. Esa frase la escuché un día de una madre que despedía a su hija en la estación de autobuses. Octubre es el mes en el que los pueblos se quedan un poquito más solos. Marchan los jóvenes a estudiar y es como si todos escucháramos su alarido triste de irse. En estos días tenemos una extraña sensación de abandono. Se nota mucho cuando los jóvenes se van, pues las calles quedan solas en la noche y al día es como si le faltara el perfume de la juventud.

En parte, se pierde esa alegría que envolvía a las calles en esos días pasados de terrazas llenas, de helados de vainilla y chocolate, y de fiestas en medio de la madrugada. Como diría Sabina “en esos días donde las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa”. Y es que en esas tardes largas y deliciosamente lentas del verano, casi siempre había un joven, deambulando por ahí. Es como si hubieran desaparecido todos de golpe y el tiempo se hubiera detenido sin más.

Esta semana está siendo complicada para todos. Para los padres que se quedan sin sus hijos que partieron. Y para los estudiantes que, hasta hace nada, vivían en su estado de veraneo, saliendo de fiesta en pandilla y viviendo con intensidad los momentos entre amigos y familia. Los primeros días de curso del estudiante son de muchas preguntas que suenan muy fuerte al llegar: ¿Qué hago aquí? ¿Merece la pena esto con lo bien que estaba en el pueblo? Luego la rutina estudiantil hará que pronto se olvide el verano que quedó atrás y llegará esa sensación de iniciar algo hermoso. Los jóvenes de hoy sueñan mucho. El problema es que la sociedad, que hemos creado, es una apisonadora de sueños. Antes de decía eso de: “estudia para ser algo”. Hoy estudiar no garantiza nada. Eso sí, se conoce mundo. Otro mundo que, a veces, no es tan bello como uno se imagina.

Llegó octubre y como decía Cela “Este tiempo plácido del retorno a los cuarteles del invierno es el tiempo bueno para la recapitulación, para el recuento de lo que ya pasó y de lo que aún está por venir”. Pues eso que la Navidad será el siguiente punto de encuentro para cuando se junten todos en los pueblos. Mientras tanto, tiempo de esperas en las casas de unos padres invadidos por la nostalgia. Todo ello en una semana llena de maletas y de viajes. De un lugar a otro. El cambio de la casa por el piso de la gran ciudad. Que la vida iba en serio lo aprendimos ese primer día en el que cogimos el autobús hacia alguna parte, que no sabíamos si sería para un tiempo o sería para siempre. 


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