Carta a mi íntimo amigo, Miguel Castilla Fernández

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


El pasado domingo, fallecía en Pozoblanco Eusebio Castilla Ballesteros a los 90 años, cinco meses después de hacerlo su esposa.

De este matrimonio nacieron tres varones Juan Bosco, Miguel y Eusebio

El hecho de perder a tus padres en tan poco tiempo, no es un hecho aislado, ya que por desgracia se da con cierta frecuencia.

Miguel para mí es uno de los amigos que se cuentan con los dedos de una mano. Desde que empezamos nuestra relación en 1968, en primero de EGB, en el colegio Salesiano, se empezó a potenciar una amistad que cada vez iría a más.

La bendita droga del deporte siempre nos unió en el colegio, con el balonmano, tenis, y aquel viaje al club de tenis de Málaga, durante una semana con 14 años, en el campeonato Nacional infantil Manuel Alonso. Y sobre todo con el fútbol, de infinitos partidos en el campo chico, hoy Carmen Sallés, Ferrocarril Oeste, C.D. Pozoblanco Juvenil, juegos de todo tipo, y en nuestros últimos años, compartiendo en la radio partidos del club deportivo Pozoblanco.

Mi amigo en el inicio de la adolescencia siempre demostró tener unos años más por su madurez y sensatez.

Fueron cientos las veces que estuve en su casa en la época infantil y primeros años de la adolescencia, porque en su casa tenía una mesa de ping pong, y en las paredes muchos poster de equipos de fútbol a color, que venían en la página central del periódico AS Color. Por cierto más de la mitad eran míos porque yo era el que compraba el periódico deportivo.

En aquellos años donde había una gran carga de machismo y vocabulario en ocasiones nada recomendable, siempre escuché de su padre palabras dulces y de tonalidad suavizada con su media sonrisa de una persona extrovertida. Por esa educación recibida de sus progenitores han salido tres hijos inteligentes y muy formados, pero sobre todo grandes personas, dignas de los genes de sus padres.

Miguel es el único que está soltero, adquirió su vivienda hace 10 años pero como tiene una gran sensibilidad y corazón, cuando se iba a independizar y vio la cara de tristeza de sus padres, renuncio y siguió en su casa de toda la vida, en la calle Demetrio Bautista 7, la conocida por sus amigos y los de su hermano Eusebio como el batior del Castilla. Aunque es verdad que en nuestra adolescencia en los meses veraniegos y cuando más apretaba el sol, nos juntábamos sobre las 14 horas y nos sentamos en la casa de enfrente de la familia Amor Trucios, primero porque daba la sombra y segundo porque el batior era más grande y más alto.

Mi amigo, cuando empezaba a levantar cabeza por la pérdida de su madre, recibe el mazado del fallecimiento de forma súbita de su padre, estando ambos en la sobremesa, sentados en el sillón.

El ha convivido toda su vida en su casa, y junto a sus padres formaba un trío donde todo lo compartían. Comían juntos, se repartían las tareas domésticas, veían el fútbol juntos, reían juntos, conversaban de temas variopintos, etc.…

En definitiva compartieron muchos años de calidad y alegría bajo el mismo techo, por eso mi amigo tiene en estos momentos el corazón roto.

Yo, que tengo la suerte de tenerlo como amigo y del cual he aprendido muchas cosas, sé que es una persona donde en el primer contacto puede parecer algo introvertido y hasta con un leve matiz cortante. Pero transcurrido ese primer instante, pasa a girar a lo extrovertido, con vocabulario rico, sensato y con un tono regularizado.

Es muy difícil por no decir imposible que ahora pueda tener consuelo, porque él tiene que pasar su duelo, con su particularidad individual, con su sensibilidad quebradiza y llorando porque el dolor que siente se transforma en lágrimas que salen de lo más profundo de su ser.

Sé, conociéndote bien que incluso este escrito no te hubiera gustado que lo hiciera, pero me lo ha pedido mi interior y con él lo he hecho. Las frases me han salido con poco intelecto, y mucho corazón.

Repito que el duelo que estás pasando y que pasará, aunque no sabes ni tú mismo cuánto va a durar, pero con él debes de llevar en tu creencia como cristiano que tus padres por lo hecho en vida sin duda estarán en el mejor sitio del cielo.

Con esta humilde y sincera carta, solo quiero decirte que no estás solo, que tienes a tus hermanos, cuñadas, sobrinos, familiares y amigos de relación continua.

Igualmente tanto tú como toda tu familia sabéis que me tenéis para lo que mi humilde persona pueda ayudar. Que sepas que tu amigo “Carda” está y estará contigo.

Mi amigo Miguel está hundido, está muy triste y desolado, y parte aunque sea muy pequeñita la llevo yo dentro.


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