Ermita de Santa María del Castillo o La Roca de Pedroche

ANTONIO ÁNGEL BALLESTEROS (Arquitecto)

La ermita de Santa María del Castillo de Pedroche, patrimonio histórico de Los Pedroches.

La Ermita de Santa María del Castillo se encuentra en Pedroche, en la cota más alta de la localidad, formando parte del conjunto monumental compuesto por la Parroquia El Salvador y su grandiosa torre granítica. A pesar de su imponente ubicación y su sencilla belleza, se trata de un edificio que ha pasado desapercibido durante mucho tiempo. Como ocurre con otras tantas arquitecturas de los Pedroches, ofrece más interrogantes que certezas.

Los orígenes de la ermita apuntan a los años posteriores a la conquista cristiana del Valle de los Pedroches. Sin embargo no tenemos datos exactos de su cronología. Por el tipo de construcción, morfología y espacialidad del edificio, podemos relacionarla con las iglesias de la Mesta.

Las iglesias de las Mesta se caracterizan por estar localizadas en las proximidades de las antiguas cañadas reales, que servían para la trashumancia del ganado entre las comunidades Andalucía y el norte de la península. Estas cañadas venían desde Extremadura y pasaban por los Pedroches en dirección Córdoba y el Valle del Guadalquivir. Ermitas similares y también denominadas de la Mesta son la de San Pedro de Añora, San Sebastián y San Antón de Belalcázar, San Sebastián y Santa Ana de Hinojosa del Duque y Nuestra Señora de la Encarnación en Santa Eufemia. Todas ellas fueron construidas tras las reconquista en un periodo de tiempo no determinado entre el siglo XIII y XIV. Sus estilos artísticos se podrían encuadrar en la tradición gótica.

Sin embargo, aunque en un primer momento podamos asimilar la ermita de Santa María del Castillo, a las iglesias de la mesta, presenta algunas singularidades que nos ofrecen interesantes interrogantes al respecto.

La primera tiene que ver con su ubicación. Precisamente en un artículo anterior ya hablamos de la posición de dominio sobre el territorio que ti ene Pedroche. De como al recorrer el interior de la localidad, siempre se nos ofrecen visuales del paraje circundante. Desde este punto de vista, es la Ermita de Santa María del Castillo la que goza de mejor posición por encontrarse en la zona más alta de la localidad. Las vistas que se producen desde allí son impresionantes, probablemente unas de las más atractivas de los Pedroches. Una posición de dominio del paisaje, pero desligada ligeramente de las vías de comunicación habituales en las que se asentaban este tipo de ermitas.

También la habitación anexa al ábside de la iglesia, resuelta con una bóveda de arista propias de periodos más tardíos. Aunque pudo ser resultado de ampliaciones posteriores.

O el tipo de construcción. Asentada sobre una imponente roca que emerge por una de las esquinas de la construcción (de ahí que también se la conozca como Ermita de la Roca) es un edificio excesivamente sólido, en el que la estructura adquiere un protagonismo desmesurado. Carácter lejano a la construcción humilde y austera de las ermitas de la mesta.

Incluso, las pinturas murales descubiertas en los años 90, muy atípicas en edificios similares.

Estas singularidades del edificio y el desconocimiento sobre la cronología exacta de su construcción, justifican en mayor o menor medida las distintas teorías sobre su origen y carácter arquitectónico. De todas ellas, me llama la atención la posible pertenencia del edificio a un desconocido recinto amurallado que cercara el desaparecido castillo que se existió en el punto más alto de Pedroche.

De hecho, si observamos detenidamente la ermita, podemos apreciar que su aspecto es el de una iglesia-fortaleza, al ser una construcción completamente opaca, sin ventanas, muy sólida, con grandes muros y grandes contrafuertes exteriores. Aunque sin la existencia de trabajos arqueológicos que nos alumbraran en un sentido o en otro, no se trata más que mera especulación.

En cuanto al edificio, cuenta con una planta rectangular y una sola nave rematada por un ábside cuadrangular. Está arriostrada perimetralmente por potentes contrafuertes de granito en sus lados más largos. La orientación es eje este-oeste de acuerdo a la tradición cristiana.

El interior ofrece una sola nave marcada por seis grandiosos arcos apuntados de ladrillo, que sustentan la cubierta a dos aguas del edificio. Estos arcos se apoyan en unos potentes pilastrones de granito muy bajitos en relación a los arcos, lo que acerca el nacimiento del arco al suelo y aumenta la sensación de pesadez y gravidez de la estructura. Como venía siendo habitual en las iglesias de la época, presenta dos puertas, una lateral y otra frontal, como oposición a la cabecera o ábside.

En su interior, en el año 95 se observó que tras la cáscara de cal de los muros, existían una pinturas murales. Estas ocupan gran parte de los muros del edificio y tras las catas realizadas, se observa que presentan una manufactura maravillosa. No son habituales las pinturas murales en este ti po de iglesias, por lo que su recuperación y restauración nos ayudaría muchísimo a conocer el edifi cio y su historia.

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