Los paisajes productivos de Los Pedroches

ANTONIO ÁNGEL BALLESTEROS 
(Arquitecto)

Existen en Los Pedroches tres unidades paisajísticas bien diferenciadas. Todas ellas guardan en común que surgen como resultado de la relación íntima entre el medio natural y el ser humano, cuya incidencia sobre aquel, determina la condición última y el sentido que adquieren para el habitante. No solo son importantes desde el punto de vista productivo, también ofrecen unas características paisajísticas de enorme interés, por no hablar de la potencia visual y belleza que atesoran sus vistas.

Aproximadamente un 97 % de la superficie de los Pedroches se encuentra copada por terrenos agrícolas. Los motivos fundamentales tienen que ver con una economía que tradicionalmente se ha basado en el aprovechamiento agropecuario de la tierra y unas circunstancias históricas que favorecieron el desarrollo social en dicho sentido. Como circunstancia a tener en cuenta a la hora de aproximarse a la realidad geofísica de los Pedroches, el hecho de ser un territorio en el que el régimen de propiedad está muy fragmentado y abundan los medianos y pequeños propietarios.

Los paisaje productivos fundamentales son tres: la dehesa, las superficies cerealistas y el olivar de sierra.


La dehesa:

Es el resultado de la acción humana sobre un suelo pobre, que equilibra los aprovechamientos agrícolas con los ganaderos. En los Pedroches se presenta como un ejemplo magnífico de convivencia entre el habitante y su medio natural, perdurando de manera invariable desde hace más de 500 años. Se asocia al latifundio, aunque solo el 30 % de la misma está conformada por propietarios con más de 300 hectáreas.

Las dehesas se constituyen sobre parcelas amplias e irregulares. Su heterogeneidad responde a los bienes desamortizados y a una compleja tradición de compra-ventas o aparcerías entre sus propietarios.

Igualmente, su forma se adecua a las vías de comunicación, los antiguos caminos antiguos y los suaves accidentes geográficos.

Los suelos de las dehesas son ligeros, bien aireados y fáciles de cultivar, aunque de escasa fertilidad, debido a su reducido espesor y a su deficiente composición química, lo que impide una agricultura continuada y estable.

Por esta razón, es un espacio que se consagra fundamentalmente a la ganadería, aunque se recurra a la agricultura con cierta periodicidad, como complemento a la actividad principal. Alternancia de uso, que permite el aireamiento y mantenimiento de su capacidad agropecuaria prolongada a lo largo del tiempo.

Tras la guerra civil, la dehesa sufre una deforestación que se hace evidente fundamentalmente en los entornos de los municipios. Momento en el que el estado subvencionó la producción de cereal y muchos propietarios, optaron por esta actividad frente a la ganadera, limpiando de encinas sus tierras.


El Olivar:

Se encuentra en el reborde más meridional de la comarca, que se extiende a lo largo del flanco norte de Sierra Morena. Ocupa, aproximadamente una superficie de 20.000 has.

Se trata de un olivar de sierra de poca densidad, con 70 ó 100 olivos por hectárea y con una productividad baja. Esta no es solo consecuencia de las características físicas del terreno, también inciden la dificultad en la mecanización de las labores y el escaso, por lo general, régimen anual de precipitaciones.

En muchas áreas, el arado del olivar o el porteo de la aceituna, se sigue realizando con yuntas de mulas, ya que las fuertes pendientes del terreno imposibilitan la utilización de medios mecánicos.

Abundan las parcelaciones de tamaño pequeño y mediano y probablemente, sea la zona de los Pedroches donde se produce un mayor loteo del territorio.

Superficies cerealistas:

La zona occidental cuenta con tierras que permiten una mayor intensidad de laboreo. Se corresponden en el mapa con las zonas que antiguamente ocupaban los señoríos de Belalcázar y Santa Eufemia. En concreto, las tierras de la subcomarca de Belalcázar son especialmente adecuadas para el cultivo. Su topografía es la más llana de la comarca y sus rebordes sedimentarios son los menos accidentados. Además, los desniveles de su red hidrográfica son mínimos, por lo que se reduce su actividad erosiva.

Conjuntamente a los condicionantes físicos, también podemos hablar de otros históricos. Mientras que en las subcomarcas de Belalcázar y Santa Eufemia el régimen señorial favoreció el aclarado del encinar para extender los espacios cultivables, en la subcomarca realenga de Las Siete Villas de Los Pedroches el aprovechamiento comunal de la tierra propició una protección de las dehesas.

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