Desde mi ventana de Southampton... La batalla de los modestos

MIGUEL CARDADOR MANSO
Ingeniero Superior Industrial

Cuenta el historiador griego Heródoto que en el 480 a.C. tuvo lugar la batalla de las Termópilas. Enfrentándose el Imperio Persa comandado por Jerjes y una alianza de polis griegas lideradas por la élite del ejército espartano. Unos 5.200 griegos con la osadía de frenar en torno a 300.000 persas –una fuerza nunca vista hasta entonces- dispuestos a conquistar toda Grecia.

Si la gesta de los griegos fue digna de ser plasmada en la gran pantalla, entre otras con la conocida película “300”, el destino ha querido que asistamos a una nueva contienda con mejores argumentos y mayor desventaja que la vivida durante la Segunda Guerra Médica. Los precedentes serían los siguientes. Lugar: Yakarta (Indonesia). Fecha: Agosto de 2015. Fuerzas de combate: menos de 7.000 licencias federativas españolas contra más de 100.000.000 de practicante en China y otros tantos aliados en Malasia, Taiwán y la India. Argumento: Carolina Marín, una joven onubense de 22 años, conquista por segunda vez, a pesar de las deficiencias de base y de sufrir hace un mes una lesión en un pie, un mundo gobernado por los asiáticos. Para que luego digan que no quedan jóvenes que se esfuerzan por sus sueños.

Cambiando en su mano izquierda la lanza de los espartanos por la raqueta, Carolina en el papel de rey Leónidas, ha conseguido lo que este no pudo hacer frente a los persas; superar las adversidades y proclamarse nuevamente campeona del mundo de bádminton. Es la cuarta jugadora que lo consigue de forma consecutiva, lo que engrandece más su leyenda. Viéndola jugar en el campeonato, seguro que su idolatrado Rafa Nadal está orgulloso de ella y de las distintas remontadas completadas, dignas de llevar la mismísima firma de Rafa. La técnica, disciplina e innovación sometieron al número y la tradición.

Es un nuevo botín para el casillero de los humildes y modestos. Para ese ejército de españoles mayoritarios formados en deportes minoritarios en el ámbito económico. Este diverso grupo de especialistas, duramente castigados con la crisis y los recortes en las ayudas deportivas, han tenido que buscar por ellos mismos patrocinadores con los que cubrir los costes de competir. Algunos incluso, obligados a compaginar su dura preparación con otros trabajos para poder vivir. Nuestra paisana noriega y atleta, Carmen Romero, es conocedora de los sacrificios que conlleva la alta competición en España.

En un mundo paralelo y ajeno a lo anterior, esta semana se ha puesto punto y final al culebrón Sergio Ramos y su renovación. Florentino perdió la partida y le tocó pagar los 10 millones de euros por temporada que pedía el camero. Los más de 5 millones de euros que cobraba anteriormente le parecían escasos; los 7 millones que le ofrecieron casi un insulto. Las cifras contrastan con los 34.000 € que Carolina recibirá por haberse proclamado campeona. Ahora, podrá sentirse una privilegiada; pues una conocida marca de aceite de oliva pretende conquistar el mercado asiático, con lo que aportará una ayuda de 500.000 euros por “ficharla” durante tres años. Eso sí, cederá una parte a la federación para fomentar el bádminton entre los más noveles. El verdadero insulto está en recurrir a la palabra deportista para definir por igual a ambos. Las personas como Carolina deberían llevar el añadido de héroes nacionales.

Carolina Marín (bádminton), Javier Gómez Noya (triatlón), Gisela Pulido (Kitesurf), Javier Fernández (patinador) y José Manuel Carbonell (kárate) entre otros; seguirán consiguiendo títulos mundiales para las vitrinas españolas, y a la vez apuntándose importantes triunfos para los más humildes de los deportistas. Pero lamentablemente, volverán a perder la guerra mediática y económica. Cuando el balón comience a rodar en la Liga este fin de semana, los modestos volverán a quedar en el olvido. Mientras el nuevo peinado de Cristiano o los tatuajes de Messi vendan más que sus mundiales, la victoria final se antoja todavía muy lejana.

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