Mercado de Abastos de Pozoblanco. Una consulta envenenada (1ª parte)

JUAN ANDRÉS MOLINERO MERCHÁN
(Doctor por la Universidad de Salamanca)


En los tiempos que corren, embargados por todos los lados en crisis de casi todo, salta a la palestra una propuesta municipal de Pozoblanco de mucho fuste: la remodelación del Mercado de Abastos. Se trata de la iniciativa estrella del actual equipo de gobierno (Pozoblanco+ y PP) que viene barajando desde hace meses, contemplada en los últimos presupuestos municipales. Ahora se plantea en términos consultivos y democráticos la búsqueda de una solución a un tema asaz complejo, después de intentonas varias por derroteros diferentes. La remodelación –como se le llama por los regidores– del Mercado de Abastos responde a las actuales circunstancias de declive, funcionalidad e insatisfacción de unas instalaciones materiales nacidas en otro tiempo y lejos de los intereses actuales. En esta tesitura el gobierno municipal propone cambios y soluciones de tipo económico (al principio) e incorporaciones conceptuales de último cuño (Plaza); para ello se ha puesto en marcha una encuesta a los ciudadanos con dos opciones: rehabilitación del edificio histórico con modificaciones funcionales y morfológicas (manteniendo lo esencial); eliminación del Mercado y conversión del solar en una Plaza, con parking público subterráneo y mercado modernizado.

Las propuestas vienen definidas en una disyuntiva de dos alternativas, pero realmente la cuestión es más compleja: porque pueden ser más (aunque eso parece que no está en la opcionalidad); o cada una de ellas puede en sí participar de la otra en alguna forma (porque un gran arquitecto es capaz de transformar y dar modernidad al edificio antiguo). El planteamiento que se hace, a bote pronto, parece sencillo, pero no lo es en absoluto. Es algo bastante complejo y con muchas posibilidades de equivocación. No solamente a nivel económico, sino por la naturaleza del edificio (ya histórico), con importantes implicaciones urbanísticas, inercias sociales –que son siempre díscolas– e incertidumbres de distinta naturaleza. Desde luego que una decisión tan compleja compromete mucho a los equipos de gobierno y ayuntamientos, y la decisión requiere de una fuerte meditación, estudios avezados y elevadas miradas de futuro. Me tranquiliza pensar que el gobierno municipal haya consultado con colectivos diversos, especialistas (arquitectos y urbanistas), asociaciones, empresarios, partidos políticos, etc.; quiero pensar que se ha tomado buena nota de la complejidad del problema, y que las consultas no sean simples bagatelas con opiniones a flor de piel. El tema es extraordinariamente enrevesado. La consulta no puede ser un mero artificio propagandístico de carácter político, pero tampoco un simple resorte democrático (bonhomía cara a la galería, para responsabilizar a todos) decisivo ante un tema que tiene derivadas técnicas de tanta enjundia. Es preciso comprenderlo en toda su magnitud, que no es poca, y para ello pueden servir las siguientes palabras.

Primeramente debiéramos echar la mirada atrás para entender el Mercado de Abastos de Pozoblanco: origen y contexto de nacimiento; variables que determinaron su existencia; morfología y funcionalidad. Como es bien sabido, antiguamente la Plaza Pública de Pozoblanco (actual Plaza de la Constitución) acogió desde la Edad Media y durante la Modernidad el tradicional mercadeo (casi de todo), subsistiendo hasta mediados del s. XX en sus competencias tradicionales. En 1956 se suscita (por problemas sanitarios, obras parejas supralocales, invectiva de la alcaldía, etc.) la iniciativa de construir un edificio de nueva factura para Mercado de Abastos, al tenor de otros que se realizan por toda la provincia, primando la finalidad económica comercial. La propuesta se desarrolla durante la alcaldía de Don Andrés Muñoz Calero, que supo atender a las necesidades de salubridad y económicas de mercaduría, pero sobre todo entender otras variables extraordinariamente importantes. 

Nos referimos a las urbanísticas, porque se mataron dos pájaros de un tiro. Nos explicamos. Prácticamente en el centro de la población, a muy pocos metros del Ayuntamiento y Plaza del Cronista Sepúlveda (por el callejón de Cabrera), existía un espacio urbano degradado por el Arroyo de la Condesa, completamente avejentado y derruido (denominado “la casa hundida”) en buena parte en la contienda civil. Aquél era el emplazamiento apropiado para el nuevo mercado por su extraordinaria centralidad, entonces, pero sobre todo por la regeneración urbanística de aquel espacio intransitable que había estado enfangado durante centurias. Con ello se conseguía un enclave apropiado para el desarrollo comercial, la conectividad con el centro y la magnífica funcionalidad devenida de la nueva infraestructura. El proyecto se realiza bajo las directrices del arquitecto cordobés Don Rafael de la Hoz, que a semejanza de otros resuelve lo que se necesitaba entonces: un mercado de abastos centralizado para diferentes puestos; emplazamiento en el centro económico de la ciudad; renovación del entorno urbano. En aquel momento se respondía de forma satisfactoria a las necesidades económicas (para puestos diversos), urbanísticas y arquitectónicas con el nuevo edificio (espacioso, luminoso, muy funcional para entradas y salidas…). El Ayuntamiento procedió a la adquisición de las propiedades particulares por un coste de 1.001.760 pts., a lo que habría de añadir 1.365.000 pts. del presupuesto para la construcción (realizado por Abilio Merchán). La precaria economía municipal tuvo que iniciar procesos de financiación propios, lanzando una emisión de obligaciones municipales de 500 pts. nominales cada una, con interés al 6, 5 %, pagadera mediante sorteos anuales en diez años. La operación financiera resultó satisfactoria, amortizándose debidamente y cumpliéndose los plazos. El edificio se inaugura el 21 de octubre de 1958 con presencia de los gerifaltes del más alto copete: el Gobernador Civil de la provincia Don Juan V. Barquero y el presidente de la Diputación Don Rafael Caballero Alba; así como la visita previa del ministro cordobés (de Cabra) Don José Solís Ruíz, Ministro Secretario General del Movimiento (1957-1969. Esa es la historia.

Hoy día el edificio ha perdido, prácticamente, su validez en todos los parámetros genéticos: porque los puestos existentes (de porte tradicional) no responden a necesidades económicas actuales; el edificio no constituye actualmente el centro económico de la ciudad, ni tampoco el edificio cumple en términos morfológicos y funcionales las exigencias sanitarias, espaciales, estéticas, etc., que dejan mucho que desear; también resulta insatisfactorio el emplazamiento en cuestiones de conectividad para toda la ciudad, pues no existen posibilidades reales de acceso (en número elevado) para permitir la afluencia masiva de vecindario al tenor de los estilos de vida (rapidez, aparcamiento de vehículos, superficie grande de supermercado polivalente, etc.). Estas razones son las que llevan al planteamiento del problema. A partir de ahí surge la necesidad de abordado, pero con fuertes gravámenes por todos los sitios, que son dignos de analizar.


El primer problema es de tipo conceptual, que no le interesa a todo el mundo, pero tiene su importancia: estamos ante un edificio histórico (ya lo es) emblemático, que está protegido y posee un significado indiscutible para nuestra historia general y económica de la ciudad. Su eliminación completa deja a priori un poso de insensibilidad, porque el proyecto responde a un ideario arquitectónico y funcional determinado en un momento concreto de nuestra historia. Sin embargo, más allá de las cuestiones históricas o miradas romanticonas –que dirán algunos–, habrá que preguntarse qué es lo que realmente buscamos o queremos. ¿Se trata simplemente –como parecía entenderse al principio– de solventar una cuestión económica (dinamizar los puestos, la economía de Pozoblanco, el entorno…) o de impulsar otro tipo de perspectivas de mayor enjundia? 

La primera propuesta parece que atiende solamente a cuestiones económicas (modernizar el mercado de abastos) que se pueden solventar fácilmente –y con una gran proyección–, con un diseño arquitectónico avezado que sea capaz de dinamizar los espacios interiores (e incluso exteriores), crear sótanos y plantas diversas con amplitud de funciones; establecer competencias distintas, no estrictamente de mercado clásico, sino incorporación de otro tipo de tiendas de alto standing, cafeterías, alta cocina, comercio ecológico, etc. Un buen diseño arquitectónico que compagine tradición y modernidad, con carácter abierto, creativo, rompedor y respetuoso a un tiempo con esencias arquitectónicas respetuosas puede sorprender. 




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