Tiempo de Coloquios

ARTURO LUNA BRICEÑO


Recuerdo la primera vez que la vi. Era una anciana de pelo canoso, brillante y limpio. Su rostro enjuto y su cuerpo delgado. Su mirada estaba fijada en el horizonte. Como si en el atardecer que se reflejaba sobre los montes azules de la Serrezuela, quisiera encontrar las vivencias que se fueron. Sentada en la terraza de su habitación del Hospital de Jesús Nazareno veía pasar las horas, porque el tiempo, según ella decía, ya había acabado.



– Siento que me está llamando la tierra.

Fueron las palabras que me dio como saludo. Y a mí no me quedó otro remedio que forzar una sonrisa que le sirviera de alivio. Pero ni aun así pude desviar del horizonte sus ojos. Aquella anciana, de edad difícil de calcular, estaba viviendo de sus recuerdos. Rememoraba, en su soledad, la historia de su familia que había quedado escrita en el viento. Sin darme tiempo de preguntarle para qué me había llamado, me dijo:

– Quiero darte un libro. Un tesoro para mi familia. En sus hojas están la huellas de los dedos pulgares de cuatro generaciones que lo repasaron año tras año. Lo compró mi tatarabuela a mediados del siglo XIX a un fraile que vino a predicar el Sermón de Navidad. Es el Libro de los Coloquios. Desde entonces, y hasta que llegó la Guerra, todos en mi casa representábamos este teatro basado en la Infancia de Jesús.

– Haciendo los papeles de San José y la Virgen se enamoraron mis bisabuelos. Mi abuela conoció a su marido en otro ensayo, pero a ella le habían dado el papel de la pastora Rebeca y a mi abuelo el del feroz Herodes.



¡Qué tiempos!

Mi padre se quedó prendado de mi madre viéndola hacer la Virgen María. Yo actué en varios papeles de los Coloquios, pero Dios y el destino no quisieron que encontrara pareja y ahora veo cerca la muerte y conmigo acabaron las representaciones . Pero no quiero que el libro se pierda.

Entró en su habitación y del armario sacó una pequeña arca de caoba que al abrirla inundó la estancia de un profundo olor a madera vieja. De su interior sacó un libro de Pellejo y me lo dio.

Sin darme cuenta recibí una pequeña joya bibliográfica. Un libro que había sido brújula y bitácora del entretenimiento en Los Pedroches. Era el testigo mudo y la disculpa en el arte de emparejarse de cuatro generaciones de una familia tradicional de Pozoblanco, que ahora, como ha ocurrido con casi todas las cosas antiguas, no tenía a nadie a quien entregar el testigo de una vieja tradición.

Hoy me pongo a leer este poema dramatizado y me transporto mentalmente a los tiempos en que los barrios y las calles de Pozoblanco competían en representar las gracias del Jusepe y la Rebeca o en cantar los largos y bellos villancicos de las pastorelas. Por eso, cuando la curiosidad ha vencido a la nostalgia, me he decido a investigar de donde llegó, como vino y como arraigó este teatro popular.



En Pozoblanco no se celebró nunca en espacios abiertos, ni tampoco dentro de las iglesias o ermitas. Los Coloquios se ponían en escena de Adviento a Quincuagésima. En un principio, los doce que tenía el libro, pero en los últimos tiempos, lo más común era escenificar los cuatro dedicados al Nacimiento de Jesús y a la Adoración de los Reyes Magos. La norma, no escrita, es que se hicieran por calles y en especial por familias aficionadas al teatro que se encargaban de prepararlos. Cada vecindad elegía un Coloquio y se comunicaban entre ellas para no repetir representaciones.

Los ensayos solían durar dos meses, y en ese tiempo las mujeres confeccionaban los trajes de los actores. Al final de los preparativos se elegía la casa más espaciosa de la calle y durante varios días se celebraban las comedias.

Ahora, que Pozoblanco se abre para las Fiestas de Navidad, sería el momento de recuperar algo de lo perdido. Se podría empezar representando algunos cuadros de los Coloquios. Escenas hechas por los niños en varios puntos del pueblo, a la vez que los ángeles dan sus pregones, el de la Estrella que le anuncia a los pastores la buena nueva y el de la Espada que avisa a los Reyes Magos de las intenciones de Herodes.


Ahora es tiempo de Coloquios.



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