Noche de Paz (I)

DIEGO GÓMEZ PALACIOS


Jonás, subsahariano de unos 30 años, raza negra, alto y fuerte, rinde los postreros momentos de la jornada en su puesto de trabajo habitual: Último semáforo del casco urbano de Córdoba hacia el Muriano. Aterido de frio, ofrece a los conductores clínex, con su proverbial simpatía y agradecimiento, incluso hacia los que no le compran… Poca venta. Algunos le regalan varios céntimos para que se los quede en negro, cuando él indica con mirada triste y las yemas de sus dedos juntas hacia la boca, que aún no ha comido.

Al final la cosa se enmienda: Recibe de una familia un litro de leche, otro de cerveza, un salchichón y una barra de pan, que consume con avidez. Por último pasa por allí andando, con su hija, hacia el barrio de El Naranjo un vendedor de la ONCE que vuelve a casa y le regala un cupón. “¡Toma!, te va a tocar, es el trece trece, yo también lo juego”.

Jonás sigue comiendo, entra algo en calor y queda adormecido, sentado en el suelo y recostado sobre su macuto, cerca del semáforo. En ese estado plácido y semiinconsciente, queda durante un par de horas. Ante la luz roja se detiene un coche, él no se levanta pero escucha decir a los pasajeros: “El cuponazo ha tocado aquí en el trece mil trece”. Pronto pero lento, Jonás mira su cupón y comprueba que es su número... Queda como noqueado por el impacto de la noticia.

Sábado y domingo son festivos, imposible cobrarlo. Lunes 27, confirma su premio, lo deposita en una caja de ahorros y le reintegran parte del importe. Por la tarde ya está en Málaga tomando un avión para su tierra.

A mediodía del 28, Santos Inocentes, llega a su aldea del África Central por sorpresa, con camisetas del Barça y Real Madrid para los niños, bombones y otros muchos regalos para su esposa, el misionero cristiano y demás vecinos… Alegría indescriptible, gritos, cantos y danzas. Felicidad absoluta...

Volvamos al día 24: Muy de mañana una patrulla de la policía, hace la primera ronda por la zona de trabajo de Jonás: “Oye, ¿que hace ese tío ahí sentado y cubierto de escarcha?”... Se acercan, le dan unas palmadas en el hombro y en el cogote diciendo: “Tío muévete, que te vas a congelar, estamos bajo cero”.

Efectivamente “se movió”: Los suaves golpes desequilibraron el cuerpo que cayó sobre un costado, agarrotado y rígido, como un muñeco de cartón, quedando inmóvil, tal como ya estaba.

Mientras acudía una ambulancia, el policía dice a su compañero: “Mira qué sonrisa y cara de felicidad tiene éste, parece que ha muerto muy contento”. El compañero asiente e indica: “¡Claro! Será porque tiene agarrado en la mano un cupón del trece trece. ¡Qué suerte tiene este tío”.



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