El ciclista que se vio obligado a bajarse de la bicicleta

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Hace unos días escuché en un programa de radio al ex-ciclista Iván Gutiérrez contar el infierno que estaba viviendo por la depresión aguda que sin apenas darse cuenta penetró en él.

Iván, un veterano corredor con 10 Tour de Francia en las piernas, comenzó la temporada con unas sensaciones raras en su mente, él lo achaco a la normal presión de pertenecer a uno de los mejores equipos profesionales del ciclismo a nivel mundial. A tal punto llegó con el paso de las semanas, que en la octava etapa del Tour del 2014 decidió bajarse de la bicicleta, porque su cabeza era una lavadora.

Intimidado y casi avergonzado de lo que le pasaba, se lo ocultó a todos, incluso a su director de equipo, al cual le comentó “que se había retirado porque había tenido un bajón físico”. Éste le mandó a su casa en España, para que descansara.

Tal fue la vergüenza que pasó y lo mal que se sentía que no salió de casa en los días que duró el Tour, por miedo a que alguien por la calle le hiciera algún comentario del porqué se había retirado. Tampoco le comentó nada a su pareja, padres o hermana, no se atrevía.

Los meses fueron pasando y la situación se fue agravando. Al comenzar la temporada del 2015 se derrumbó y le comentó a su director que no estaba en condiciones de correr y que por lo tanto se retiraba del ciclismo profesional.

Los laberintos de la mente le habían llevado a una profunda depresión, y aunque tarde, por fin decidió ir al psiquiatra.

Él reconocía que no tenía ningún problema importante, se llevaba bien con su pareja, padre y hermanas, en el tema económico estaba bien, porque es una persona ahorrativa, etc., pero la realidad era que había perdido el control de su mente.

La caída en el pozo seguía, y llegó la primera vez que se tomó un cóctel de pastillas para llamar la atención, por lo cual tuvo que ser internado en un centro especializado. A esa primera vez -y a pesar de que la familia se puso de acuerdo para que en casi todos los momentos estuviera acompañado e impedir que estuviera solo- le siguieron otras, y la historia se fue repitiendo, una y otra vez, hasta un total de 10 veces de intento de suicidio, con sus respectivos internamientos.

Él sabía que estaba en el fondo del pozo, que la medicación, que es fuerte, lo tiene como anulado físicamente, y que sabe que a pesar de la ayuda del profesional y de su familia directa, ellos sólo pueden tirar una cuerda al fondo del pozo, pero el salir de allí es sólo cosa suya.

“Estoy viviendo un infierno, los compañeros de ciclismo apenas me envían algún mensaje por móvil. He pensado muchas veces en tirarme por un barranco con la bicicleta, romperme todos los huesos y poder empezar una nueva vida, ilusionándome en poder recuperar todos los huesos rotos”.

Aunque ahora está un poco mejor, sabe que la recuperación va a seguir siendo muy dura, y aún se pregunta cómo ha podido llegar a caer de esta forma.

El relato de Iván es el de miles de personas en nuestro país, los que hemos padecido situaciones parecidas derivadas de la mente, como yo mismo, entendemos perfectamente el infierno en vida que está viviendo, por eso a veces hace más daño la incomprensión hacia la persona que lo está pasando, que la propia enfermedad.

Hace unos 9 días llevé a una compañera de trabajo de un taller exterior a un profesional de la capital, porque la mujer había caído en un estado de ansiedad en el cual le daba pánico acudir a trabajar. Esta situación se fue agravando y ha derivado en depresión. Analizando su situación personal y global yo en principio la encuentro bastante equilibrada, y aunque haya tenido problemas en su trabajo, no han sido de una magnitud como para llevarla a estar de baja y en tratamiento.

Esta misma semana hablaba con un íntimo amigo mío y le preguntaba por su mujer que lleva casi un año sin apenas salir de casa con unas crisis fuertes de ansiedad. Esto se agrava al estar el matrimonio solo, porque los dos hijos están trabajando fuera de nuestra provincia. Y a pesar de conocer en mis propias carnes la enfermedad, hasta yo mismo le decía a mi amigo, que se encuentra apesadumbrado, que es increíble que su mujer haya caído de esta manera, con lo extrovertida, dinámica y dicharachera que es.

En los problemas y enfermedades que vienen derivadas de la mente cada situación es distinta, puede ser parecida, pero no igual. Son los “enanitos malignos” que penetran en ella, y nos invitan a todo tipo de pensamientos negativos y dañinos. Agarrémonos a todas las cuerdas que podamos, actividad profesional, ocio, familia, amigos íntimos, y sobre todo, si no vemos mejoría después de un cierto tiempo, cambiar de médico especialista.

Estoy convencido, y mi mensaje va para todos los que padezcan alguna patología, lo mismo que a los que no la han padecido, pues nadie está exento de que le pueda tocar. Hay remedio, y lo digo desde mi propia vivencia, sabiendo que no te llegas a curar del todo al 100%, que tienes que saber convivir con ella, y sobre todo con aquellos días que se hace más presente.

Un acertado diagnóstico y que el tratamiento prescrito sea el adecuado y se lleve disciplinadamente es lo más fundamental para combatir la enfermedad, que muchas veces se origina por un desorden o desequilibrio en los variados neurotransmisores (serotonina, dopamina, noraldrenalina,…) que segrega nuestro cerebro.



¡Ánimo y a tirar de la cuerda con la ayuda práctica que necesitemos! ν

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