¡Se escribe WhatsApp! Revisión

JUAN BAUTISTA ESCRIBANO CABRERA


… Existe una palabra que une a todos los pedrocheños. Un vocablo que usamos al menos una vez al día, que no se pone el sol sin que recomendemos o nos sugieran ardientemente su práctica: ¡El Guasa! 

Este título -y más viniendo de un maestro- puede sugerir que vayamos a tratar de exámenes o de planes de estudios o de programaciones o de indicadores de logro, UDI, rúbricas… o de cualquier aspecto relacionado con la enseñanza, pues no. ¿O sí?

Cuando yo era pequeño (quedó dicho: ¡La prehistoria!) mi abuelo me contaba un cuentecillo de corte agroganadero, para luego regalarme una enseñanza referida a la situación que nos ocupara en aquel momento. Me la refirió en más de una ocasión, pues la historia poseía diferentes aplicaciones, para realidades diversas. Decía más o menos así:

Un hombre salió de su casa una mañana muy temprano con sus mulas y su carro. Por todo alimento para la jornada, llevaba una pequeña cesta con higos que le había preparado su madre. Como pensaba que le darían de comer y se saciaría, en el cortijo al que se dirigía, despreció los higos y, desde la posición que ocupaba en el carro, se entretuvo en lanzarlos haciendo puntería (con perdón) en el culo de las mulas. Los higos, después de hacer diana, fueron quedando desperdigados por el camino, unos en mal estado y otros en peor.

En el cortijo le esperaba una desagradable novedad, sus dueños no se encontraban allí, por lo que, después de esperar un tiempo prudencial, decidió volverse a su casa. Era más de mediodía, el calor apretaba y el hambre arrancaba gritos de protesta de las tripas de aquel hombre. A medida que avanzaba, las ganas de comer le hacían casi perder el juicio y su situación comenzaba a ser desesperada…

En aquel momento vio -¡Milagro!- un higo despanzurrado en mitad del camino. Bajó del carro, lo cogió con cuidado, lo limpió lo mejor que pudo, lo recompuso y se dijo: “Creo que con este no le di (en el sitio mencionado) a la mula”. Acto seguido, lo devoró. Continuó andando al frente de la expedición, recogiendo todos los higos que horas antes había despreciado y conformándose a sí mismo: “Con este, creo que tampoco le acerté”. Para zampárselo a continuación.

La moraleja se la pueden imaginar. Las situaciones a las que aplicar la enseñanza del cuento, corren a cuenta de cada uno. Yo –lo reconozco- me he comido muchas veces los higos en el camino de vuelta, por eso cada día desprecio menos aquello que, de entrada, no se corresponde al cien por cien con lo que aspiro a conseguir. Me encantaría que todo me saliera redondo, perfecto y a la primera, pero soy como soy y he aprendido que tengo que revisar mis opiniones, mis valoraciones, mis puntos de vista,… No sea que las circunstancias me obliguen a ello, a mi pesar.

Me pregunto si el relato de mi abuelo serviría hoy para asociaciones, instituciones, ayuntamientos, equipos de gobierno, mancomunidades, partidos, etc. y, sin estar muy seguro, me digo que si estas se conforman con seres humanos, como usted y como yo, tal vez la respuesta correcta sea: ¡Sí! De todas formas, prometo llevar a cabo una revisión en fecha próxima.


Bienvenidos a ¡Se escribe WhatsApp! Muchas gracias por acompañarme hasta aquí. No es necesario añadir jejeje ni marcar emoticono alguno. Espero que nos sigamos encontrando en alguna de las plazas de nuestra comarca. ¡Ah! ¡Y revisemos! El protagonista de nuestra historia salvó la vida gracias a su obligado acto de revisión y de contrición. 


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