La final de Champions

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Recuerdo que mi ídolo era Emilio Butragueño. Quizás porque era diferente y a mí siempre me gustaron los tipos con arte que inventaban cosas que no estaban de verse. Los chavales de la generación de La Quinta del Buitre nunca vimos a aquel Madrid ganar la Copa de Europa.

Todo empezó con la séptima y el gol de Mijatovic. Esa noche, la recuerdo como si fuera ayer. Todavía tengo la fantasía de esos recuerdos que quedan para siempre. Mi hermano y yo nos abrazamos saltando como locos con el himno del Madrid sonando de fondo en el salón de mi casa. La Copa de Europa era un sueño que parecía inalcanzable. Se había resistido tantos años que parecía imposible que el Real Madrid lo consiguiera.

Luego fueron llegando más Copas de Europa pero nunca las he saboreado igual. Esta noche el Madrid vuelve a jugar otra final. Quizás la más complicada. Enfrente está un equipo que bailó al Barcelona y que se encuentra en un momento de gloria. Los italianos son un equipo inexpugnable en defensa y con carros de fantasía arriba. El Madrid sabemos que también tiene un equipo de fábula pero no defiende igual que los transalpinos.

Se apoya en un duende llamado Isco que agarra la pelota como si tuviera manos en vez de piernas. Cuando nadie se atreve con un regate, con un desmarque al espacio libre o con una arrancada hacia adelante, aparece él como si estuviera jugando en el patio del colegio driblando a rivales a los que deja atrás como postes de teléfonos.

Juega diferente pero también es un espada formidable. Me refiero a Dybala. Siempre está creando peligro. Esconde el balón como si fuera un mago. No lo ves pero se va sin que te des cuenta. Y luego está Higuaín. Todavía sigo sin comprender las razones de su venta en el Madrid.

El que marque primero puede ganar. No está fácil con esas panteras que pueblan la defensa de la Juventus. Aunque los italianos sean esta noche favoritos, del Madrid nadie se fía y conviene recordarlo. No importa de qué vaya vestido, de cordero o de caperucita. Es lobo. Y vive de las proezas. Cierto es que su defensa no ofrece muchas garantías pero tiene jugadores tocados por las musas. Y luego está Cristiano. Su romance con el gol es de novela clásica.

Pase lo que pase esta noche, la gente no cambiará de equipo. El fútbol es un amor que nunca caduca. Uno es del Madrid, del Barça o del Atleti hasta el final. 


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