Cansado del materialismo que nos domina

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Nos explicaron que el progreso era CAMBIAR, cambiarlo todo. Nada de lo de antes valía. Eso era pasado. Olvidamos nuestro origen. Y creamos un nuevo mundo o más bien nos lo crearon. Todo basado en la ambición. El consumo como único fin. Lo bello dejo de ser bello y lo útil dejó de ser util. Máquinas cada vez más grandes. Enterramos el conocimiento humano, arrinconamos lo viejo en contenedores, dejamos a los mayores en los asilos. La gente tenía que vivir. Necesitaba cosas nuevas. Era el estado del bienestar ficticio. La búsqueda de la riqueza era el progeso. La estupidez humana en su máxima potencia. Llenamos el mundo de envidia y avaricia. De ella nos alimentamos y de codicia, mucha codicia. Hombres enfrentados por un bien material del que nos han hecho esclavos.

Teníamos que mejorar nuestro nivel de vida a costa de lo que fuera. Una economía monstruosa que como estamos viendo está destruyendo el mundo. Sin embargo, todavía pensamos que la riqueza y el poder puede conquistar el planeta. Corrupción, un mundo donde se vende al prójimo, desinterés por el que sufre, bancos que juegan con los ahorros de las vidas de los hombres, farmaceúticas que buscan dinero antes que curar. Y así todo. ¿Cómo nos hemos corrompido de tal manera? ¿Cómo desmantelar ahora la codicia , la envidia, el odio, la lujuria? Todo esto ha pasado en épocas pasadas pero de otra manera. Muchos de los que nos tocó vivir en esta época conocimos otra cosa antes. Esa vida pobre pero decente de aparadores de tazas blancas. No había ese progreso de ahora pero la gente cuidaba de sus mayores y ayudaba al que tenía al lado. No había progreso pero la gente se respetaba más y respetaba la palabra. No había progreso pero había menos desconfianza. Es cierto que había señoritos detestables pero hoy los ricos son más ricos y los que mandan siguen sin mirar por nadie que no sean ellos mismos.

Y lo peor, que después de tanto progreso, de tanto materialismo, de tanta abundancia, de derroche, de vicios, solo nos queda la insatisfacción. Vemos como las máquinas que construimos han derrotado a lo humano. Vemos como los que metieron a sus padres en el asilo los han sacado porque han sido los viejos los que han tenido que rescatarlos. Vemos como la gente que creía tenerlo todo ahora no tiene nada. Vemos como lo que parecía imparable era fugaz. ¿Qué esperábamos? Lo que se hace en un instante dura un instante. Y se pincharon esos globos de esa ilusión que era ficticia. La codicia es mala presidenta de la vida.

Ahora llega lo peor. Enseñamos a nuestros hijos a consumir, a tenerlo todo, a luchar por nada. ¿Quién le cuenta el guión de la película? ¿Quién le dice que esto fue una locura que se nos fue de las manos? ¿Qué pasa ahora? Que vivimos endeudados. Las clases de inglés, de música de deporte, el canal del fútbol, la fibra óptica.

Nuestros antepasados abandonaron prematuramente la escuela para trabajar, tuvieron una vida sin lujos pero aceptaron los golpes de la vida. Esta sociedad no se está reponiendo de la caída de un bienestar basado en el sálvese quien pueda. Como decía una afamada poeta, a España le sobraba campo y soledad. Construimos y construimos, ascensores en pisos de una planta (supongo que para subir a la terraza), rampas deslizantes, escaleras mecánicas, aeropuertos sin pasajeros. ¿Para qué? Para que estén cerrados ahora. Se ganó en comodidad, pero se perdió en literatura. Se perdió la sabiduría popular. El artesano que amaba su trabajo, desapareció al igual muchos trabajos manuales. Hoy millones de personas van al trabajo mirando el reloj. Hoy el aprendizaje se compra academias y no se aprende ni en los libros ni en la calle (como se hacía antes). 


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