Los juglares y la historia de los oficios perdidos

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)



Carreteros, zapateros, latros, esparteros, talabarteros, romanceros, afiladores, pregoneros, carboneros, hilanderas, vendedores de periódicos, modistas, limpiabotas, casamenteras, botijeros, molineros. Son oficios perdidos. Decía Joaquín M. Barrero “así como los aguadores, los faroleros y tantos otros plebeyos desaparecieron del primer mundo, los juglares nunca hicieron mutis. Han sobrevivido la escalera de los siglos, aunque derivando a la mediocridad. Los vemos en estos años vacíos donde los nuevos juglares hacen política, periodismo, música moderna y marketing transformando en zafiedad un arte nacido del pueblo”.

Tenía razón Barrero, los juglares o trovadores auténticos no están ya en la primera línea. No obstante, estamos en una época donde se vende mucha ilusión que es humo. La gente se lo traga porque quizás necesite ese humo para sobrevivir o seguir engañándose. El mundo de antes, ese de oficios tradicionales, no existe ya. Rompimos con él. Posiblemente fuera un tiempo triste. Eran años donde había mucha pobreza pero era decente y honrado. Tenía sus valores. Cada uno tenía su oficio. Se han perdido esos oficios que humanizaban a quienes los ejecutaban de verdad.

Los tiempos actuales están pintados de otra forma. Todo el mundo se quiere dedicar a lo mismo. La aspiración es estar en un trabajo sencillo, sentados, con aire acondicionado, un mes entero y seguido de vacaciones, y sin mucha complicación. Al ser posible con jornada intensiva para por la tarde asistir al gimnasio o a las clases de yoga. Un mundo de barras de incienso que se queman sin parar buscando el equilibrio interior. Un mundo muy individual donde en las casas hay menos sillas. Aquellos hombres y mujeres que vivieron en los años tristes se esforzaban por tener hijos y darle su vida entera. Tenían tiempo para trabajar todo el día (sin vacaciones y jornada intensiva) y para tener una familia. Las horas del día eran las mismas pero las dedicaban a una vida compartida y no al culto personal.

Son años vacíos los que estamos viviendo. Muchas promesas, muchos sueños y compromisos aunque pocas realidades. Vender ilusión donde no la hay. Construir casas por los tejados. Nadie cree a nadie pero necesita escuchar lo que quiere oír. Se ha llegado a un punto en el que no se quiere escuchar la realidad. Nos han sumergido en un mundo de fantasía y nos han hecho de mentira. La sociedad actual necesita de los juglares aunque estos sean unos farsantes. Evaden al pueblo de sus penurias con cosas. Da igual que esas cosas sean de verdad o de mentira. Son pastillas para soñar. Todo vale en una sociedad adormecida, infantil, y a veces hasta inmadura. Es en lo que nos hemos convertido. Es por ello que triunfan los nuevos juglares. Los de verdad, también se perdieron.


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