Miedo y fragilidad

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Cuesta muy poco deshacer la vida entera de una ciudad por muy grande que sea. En un instante puede suceder una tragedia como hemos comprobado en Barcelona y Cambrils. A pesar de que el terrorista se lleva siempre por delante vidas, algunos distinguen entre terroristas buenos y terroristas malos. El terrorista casi siempre tiene a gente que lo justifica e incluso a gente que lo acogen en su alma como un ídolo social. Los mismos que matan tienen fanáticos seguidores que los adulan. El terrorista sabe que tiene la simpatía de muchos tarados que contemplan su matanza desde la distancia y sin sufrir los efectos del mismo. Es curioso ver a muchos terroristas en los juicios como no sienten nada a pesar del desastre que crearon con su matanza. Es inquietante, ¿verdad?

Los atentados que se produjeron en Cataluña nos han hecho abrir los ojos ante la fragilidad de la vida. Gente que ha perdido su vida por nada. Gente inocente que ha dejado de existir. Gente que no había hecho absolutamente nada al que los mató, que no conocía a sus verdugos y que simplemente estaban en un sitio señalado en el momento menos adecuado. Unos cuantos pueden sembrar el pánico de millones de habitantes en muy poco tiempo y con solo una maniobra.

Estos atentados nos vinieron a mostrar la fragilidad del ser. Somos poca cosa. Una vida entera se puede apagar en segundos. Sin embargo, vamos por ella creyéndonos inmortales y a salvo de todo, No obstante la realidad es que no estamos a salvo de nada y no somos inmortales. Es como si fuéramos velas que se apagan de un solo soplo. Ante tal fragilidad, deberíamos cuidarnos los unos de los otros. Pero no. Cada vez la sociedad es más egocéntrica. Cada uno va a lo suyo y a su interés. Hace tiempo que dejamos de mirar al que tenemos al lado.

El ataque contra Cataluña es uno más dentro de la locura de muerte que se ha establecido en Europa. Nos alejamos de la paz para adentrarnos en el mundo del horror. El miedo viaja de un lado para otro y sin control. Esto no ha acabado. Lo sabemos todos. En la actualidad, terror ha calado hondo y se ha propagado como una mancha de aceite por todos los rincones y grupos sociales. 


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