El bullir de la Navidad

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Hace días que aparecieron los anuncios de turrones, los juguetes para los más pequeños y los villancicos. La Navidad está a la vuelta de la esquina. Ya nos envuelve con sus adornos. Las casas se llenan de belenes, Papá Noel y Reyes Magos. Y, sobre todo, se espera la Navidad con las vacaciones de los niños, el gran sorteo de la lotería, la cena de Navidad cada 24 de diciembre, los deseos del año que termina y la alegría con la que se levantan los niños el día de Reyes. Sin olvidar esas noches previas y mágicas en las que se prepara la carta a Oriente.

La Navidad es una época de niños (grandes y pequeños). Ese espíritu navideño lo inunda todo aunque los aromas cambien. El de navidades pasadas era distinto al de ahora, más humilde y sencillo. Se miraba al pobre. Esos christmas de Unicef. Anuncios en blanco y negro donde se veía como se daban regalos a niños del tercer mundo. Una Navidad que cantaba la vida sencilla y que ya no existe.

Si le preguntas a cualquier anciano por sus reyes de niño, te contestará con detalle sobre los escasos regalos que recibieron. Y lo hacen con cariño a pesar de la escasez. Aunque ha habido muchas navidades diferentes entre generaciones, queda una cosa que nunca cambia que es ese espíritu navideño. Tiempos en las que las casas estaban más frías aunque tuvieran ese brasero de picón. Conversaciones entre ascuas cuando las estufas de pellet todavía no habían aparecido. La infancia está llena de imágenes de la Navidad.

La fantasía ha sido fundamental para vivir esta festividad en la que el materialismo lo ha arrasado todo. Todo es un negocio. Todo es consumir. Todo es comprar. Alegrías efímeras. Si le preguntas a cualquier chaval cuál fue su regalo de reyes del año pasado, no lo sabrían contestar. El día de Navidad y el de fin de año se sentaban a la mesa la familia para hablar, reír y cantar. Ahora cada uno está en su mundo y con su móvil mandando mensajes de WhatsApp a no sé cuántas personas a la vez.

La Navidad se ha vuelto más digital. Es increíble como el mundo avanza tecnológicamente. Como dice Manuel Peinado “metemos enciclopedias enteras en un disco y nos comunicamos con millones de personas en un instante”. Algo asombroso. Lo peor es que ese avance técnico no se ha correspondido con un avance humano. Hemos perdido valores y humanidad. Y, créanme, se echa en falta.


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