La posverdad

SEBASTIÁN MURIEL


La posverdad es un término joven, casi recién llegado al mundo de las palabras que encierra toda una galaxia en el universo de los significados. Qué hay detrás de esta palabra?

El diccionario Oxford la eligió, <post – truth>, palabra del año 2016, con la siguiente definición: “Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”. El mismo texto nos remite al dramaturgo serbio – americano Steve Tesich que en 1992, en The Nation de Nueva York, escribiendo sobre los escándalos Watergate, Irán-Contra y la Guerra del Golfo, expresó: “Nosotros, como pueblo libre, hemos decidido que queremos vivir en algún mundo de posverdad”. Vamos que muchos dan por válidas la propaganda y la manipulación populistas sabiendo que el término cae en lo que denuncia y que trata de ocultar la realidad. Lo importante son las creencias y las emociones que genera, sobre todo para modelar la opinión pública. Nada de contrastar con la experiencia ni con normas ni con el deseo de conectar con cierta objetividad. La posverdad nos permite construir un relato sobre nuestras vidas, por eso es tan peligrosa y por eso sobrevive. Es un espacio de aguas turbias entre la verdad y la mentira, emborronando y ampliando la frontera entre ambas.

La posverdad es una especie de somnífero que intenta mantener dormida nuestra conciencia crítica, a veces agota por sobreinformación – toda desvirtuada, claro. Usa las mentiras a medias con una publicidad exquisita y estudiada, tergiversa con agilidad y frescura e intenta provocar una postura cómoda con lo que afirma o niega intentando socavar los planteamientos de sus adversarios...verdaderamente es una técnica demoniaca que nos obliga estar muy pendientes si queremos aproximarnos a cierta objetividad. La posverdad se instala por medio de un sistema de posverdades menores que son los hechos alternativos y su relato, en lenguaje tradicional, mentiras. La gran diferencia es que estos hechos alternativos tienen detrás un impresionante equipo mediático y propagandístico, hoy también informático, tratando por todos los medios de que sus mentirosos relatos se tomen por verdades y generando una especie de realidad paralela creíble.

Las actuales redes sociales son caminos ideales para propagar este tipo de bulos tintados de verosímiles pues una vez lanzados son muy difíciles de parar, por no decir imposible y la ciudadanía queda impregnada de esa confusión que alguien, con vergonzosos intereses, le hizo creer. El pan se hace con harina y la posverdad se fundamenta en los hechos alternativos repetidos mil veces y de mil maneras, genuina materia prima de este nuevo concepto.

Las campañas del Brexit y de Donald Trump, han estado basadas en apariencias, compromisos incumplibles y llamadas entusiastas al sentimiento patriótico. Todo ello ha servido para que algunos círculos sociológicos califiquen esta época como “la era de la posverdad”. P.e., Kellyanne Conway, jefa de campaña de Trump, aludió a la matanza de Bowling Green para justificar medidas contra países de tradición musulmana implicando a dos iraquíes en ella, matanza que nunca existió.

En el mundo de la política no se libra casi nadie. El Gobierno de Aznar inventó su posverdad en el caso del Prestige manifestando que la marea negra no llegaría a la costa o que las bajas temperaturas del mar solidificarían el fuel como un ladrillo, quedándose este en el fondo. No ocurrió ninguna de las dos cosas.

Para Zapatero, España había entrado en la Champions League de la Economía Mundial y Bruxelas tuvo que intervenir nuestra economía imponiendo duras medidas. El 20 julio de 2012 el diferencial con el bono alemán, prima de riesgo, llegó a los 612 puntos básicos. También recuerdo que para Zapatero, Ángela Merkel era una fracasada y al día de hoy sigue dirigiendo el motor alemán. Durante años nos hicieron creer que la construcción en España era un sector potente y seguro. Luego pudimos comprobar que su realidad estaba cubierta con demasiada azúcar, azúcar que escondía hiel y destrucción de empleos.

El ejemplo más cercano a nosotros, en el tiempo y en el espacio, lo tenemos en lo que ha venido ocurriendo en Cataluña. Al final esa realidad paralela, no diría yo que ha sucumbido, pero sí que ha perdido bastante fuerza. Otra cosa serán los resultados del 21 de diciembre.

Ahora nos resulta familiar llamar “ajuste” a los recortes, o “aventura vital” a la emigración forzosa. También llamamos “crecimiento decelerado” a las crisis, y “crisis” a lo que es un fraude. Esto es lo que nos ha tocado vivir en la era más informada que nunca y más desinformada de siempre. Los medios cuentan que en el 2020 la ciudadanía consumirá más noticias falsas que verdaderas generadas por sistemas de inteligencia artificial. Además la avalancha de mensajes hace muy difícil descubrir cierta objetividad. Sólo la reflexión personal, el contrastar datos, escuchar con atención en vez de oír, valorar con argumentos y capacidad crítica, evaluar a propios y extraños etc…nos aproximará a esa realidad social algo más depurada y cierta que nos quieren tapar con el vestido de sus grandes interese.


1 comentario :

  1. Magnífico artículo. Totalmente de acuerdo.
    No crees que esto de la posverdad viene ya de muy lejos?

    ResponderEliminar