Yo estuve en el Parlamento Andaluz

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Sí, estuve invitado por una parlamentaria amiga mía llamada “Raquel” omito el resto de identidad por respeto a su derecho a la intimidad y porque sigue siendo mi amiga.

Fue allá por el año 2006/07 y diré , antes de entrar en el relato, que la experiencia fué frustante y si no fuera por la curiosidad del saber, no se lo recomendaría a ninguno de los lectores.

Atento a la película que se proyectaba aquella mañana, mi posición era al fondo ,frontal a la presidencia y mesa ,que la compusieron durante toda la sesión no mas de tres parlamentarios, quizás cuatro (desde luego no estuvo nunca al completo) Me llamaba la atención la actitud de los pocos parlamentarios que había en el foro, caras cabizbajas, rostros absortos, como se suele decir mirando las musarañas, la mayor parte, por no decir todos o casi todos, sin mostrar interés ni atención alguna al parlamentariode turno que hablaba desde la tribuna. Repechugados en sus asientos, mientras un joven parlamentario que a buen seguro por aquel entonces ganaría el escaño como relleno de lista, perteneciente al partido que por mayoría consiguió el poder, en el que aún siguen, iba contando chistes de mesa en mesa., a juzgar por las risas abiertas que arrancaba de su oyentes.

Lamentable. Se me iban calentando las tripas por momentos, engrasaba mi mente y buscaba la oportunidad para mostrar mi decepción que se percibía en mi expresión y probablemente pudo así observar un paisano de Pozoblanco que a la sazón había ido tambien como invitado porque se iba a plantear una cuestión de interés para un colectivo al que él pertenecía.

De vez en cuando sonaba un timbre y acudían sus señoria (despúes me enteré que procedían de la zona de recreo –o sea, del bar-) tomando asiento en sus respectivos escaños. No importaba el debate ni tan siquiera su contenido o argumentación del ponente o portavoz, solo había una misión . Apretar el botón del sí o del no, según la consigna del orden del día.

La necesidad de mostrar mi malestar me alimentó la paciencia hasta que se produjo un receso para el almuerzo. Busqué la forma de hacerme presente y ví como, el entonces parlamentario por Izquierda Unida Convocatoria por Andalucía Antonio Romero, caminaba en mi favor a quien abordé sin darle opción a reaccionar, me presenté y a renglón seguido le digo: “Antonio, me voy avergonzado de lo que he visto hoy aquí. Si los ciudadanos tuvieran conocimiento de vuestro actuar tomarían el Parlamento por asalto y os echarían a la calle” . Evidentemente no le gustó mi reproche que además personifiqué en su propio actuar por su permisibilidad como miembro de la mesa del Parlamento. Intentó justificarse y justificarlos respondiéndome que lo importe era el trabajo que se hacía en los despachos de los distintos grupos, en los que al menos él estaba desde horas muy tempranas. Me lo puso, como vulgarmente se suele decir, a huevo “Sí, igual que los albañiles de mi pueblo, pero con una pequeña diferencia, que tú ganas cuatro o cinco veces mas que ellos, que son los que te han puesto aquí”. Reconozco que mi respuesta no le gustase pues a buen seguro le recordaría frases salidas de su propia boca en otros tiempos y actitudes que él no hubiera permitido antes de acomodarse en un asiento de terciopelo.

Es probable que me equivocara en mi afirmación de la toma del Parlamento. Hoy los ciudadanos podemos ver a través de las redes sociales y televisiones como funciona un parlamento y como se comportan los parlamentarios y desde luego no puedo incitar a su “toma” (como creí que ocurría cuando se conocieran sus “fechorías”) porque a buen seguro que correría el riesgo de que me imputaran o al menos investigaran por un delito “ideológico” y tendría que salir por patas para no caer en manos de esta “nuestra justicia”.

Por si fuera poco, mi amiga Raquel me invitó a almorzar en el restaurante del Parlamento. Tomamos un cubierto que bien puede ser un almuezo a la carta en un resturante de cierto rango y preso de mi curiosidad al ver que le costó 7/9 € (no recuerdo con exactitud, pero bastante barato) me dice que tienen subvencionada la comida. No me sorprendió despues de lo que acababa de ver y oir pero aumentó aún mas mi indignación.

No volví a ver al amigo Antonio Romero, pero me acordé de los aceituneros de mi tierra que se llevan al tajo la taleguilla, con el “taper” o fiambrera, con un trocillo de queso o tortilla, una naranja y su navaja que usando por silla el surco del arado, de mesa una piedra, por techo un olivo y por mantel el pernal de su pantalón, pagan su alimento dignamente para proseguir en el esfuerzo de elaboracion de ese aceite puro virgen de oliva, extra, que posará sobre el mantel de la mesa de esos charlatanes que intentan justificar lo injustificable, y por un sueldo o jornal de 50 euros diarios, si llega. Y que ojalá, dirían, lo pudieran tener seguro todo el año.

¡¡Uy!! con el calentamiento, se me olvidaba añadir que aquel jovenzuelo “cuentachistes” aún hoy sigue en el tajo, y como me fijé en él y estoy algo pendiente de sus devaneos políticos he observado que en los actos púlicos donde se canta el himno de Andalucía solo se atreve a mover los labios. No es mala señal. Igual comienza a tener conciencia de su falta de conciencia.


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