El botón de la tranquilidad

Cuenta una antigua leyenda que un escorpión pidió a una rana que lo transportase a través de un riachuelo. La rana dudó ya que temía que el escorpión la picase, pero este le aseguró que la respetaría. Cuando estaban a medio camino del riachuelo el escorpión le clavó su aguijón. “¿Por qué lo has hecho?”, preguntaba la rana mientras ambos se hundían bajo la superficie. “Es mi naturaleza. No pude evitarlo”. Una de las reglas del tute es la del ‘arrastro’. A eso me refiero. Cada vez más arrastramos a los demás y somos más escorpiones que ranas.

El otro día me comentaba un antiguo concejal que hace más de 30 años en el Ayuntamiento de Pozoblanco se repartían concejalías hasta con la oposición. Y no había tanto ruido como ahora sino que eran amigos (independientemente de su ideología). Llevamos unos cuantos años donde se han planteado tantas cosas, incluso presentar mociones de censura contra el alcalde de su propio partido, deserciones dentro del mismo grupo, guerras que han terminado con el cese a los concejales del mismo grupo o con los que habían hecho pactos de gobierno. Parecía que se había hecho la tranquilidad (que tan necesaria es). Pero no. Después de un período de tranquilidad parece que el ambiente se empieza a enrarecer. Algo que evidentemente no aceptan los vecinos de Pozoblanco, quienes han castigado las batallas en los equipos de gobierno. Dice este concejal de los años 80, que la diferencia con aquellos años es que la política era vocacional. Nadie cobraba y no había esas guerras de poder.

Sea como sea, los partidos deberían leer la fábula de la rana y el escorpión. Ambos acabaron en el agua y estancados. No es que uno sea la rana y otro sea el escorpión. Todos pueden interpretar un papel u otro. Lo que sí es seguro que los picotazos en medio del camino solo sirven para naufragar. Y no solo los políticos sino la ciudadanía que necesita mucha tranquilidad y seriedad en estos tiempos de incertidumbres. Estamos en una tierra cargada de problemas (despoblación, huída juvenil, sequía, falta de oportunidades y muchas más). A la gente le importa poco las historias de unos y otros. Quieren avances, soluciones, oportunidades, bajadas de impuestos, tranquilidad, paz, mundos paralelos, felices y amables.

En la calle se escucha eso de “todos son iguales”. Y lo dicen cuando escuchan reproches mutuos, ruido y salidas de tono. Se ha perdido el botón de la tranquilidad y parece que crecen las grietas en el cogobierno. Todavía no ha saltado la alarma pero algún que otro pitido suelto ya se ha escuchado y a la ciudadanía le ha molestado. Sería una lástima no aprender de los errores del pasado. No es bueno cambiar la tranquilidad por el desasosiego político. La política debe ser un lugar de encuentro. Para ello tienen que desparecer las tensiones que tanto daño hacen a los pueblos. 


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