Cuando se pierde la confianza

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


La gente dejó de creer en política. A nivel nacional, regional y local. Normal. Hay mucha mentira. Muchos políticos que piden igualdad, tienen en sus despachos barra libre para sus amiguetes. Clientelismo. Esos que los rodean, consiguen lo que quieren y más. Muchas veces, estos palmeros, son las mismas ratas que van cambiando de barco. Siempre los mismos. No es cuestión de este partido u otro. No hay un bando y otro bando, sino ‘espabilaos’. El método es sencillo o complicado (según se mire). Se disfrazan de lo que no son y a la conquista del político, adulándolo, haciéndole la pelota y defendiéndolo. Es decir ponen a los políticos en las alturas y les hacen creer que son el centro de todo. Lo curioso es que estos se lo creen, sin saber que se los acabarán comiendo las moscas, mosquitos y otros insectos que son estos ‘agradaores’.

Los que pretendan luchar por la igualdad en este país, región, comarca o pueblo lo tienen crudo. Si hablan, serán gente a los que le llamarán pejigueros , incendiarios y polémicos. Antes la gente luchaba contra lo injusto. Lo hacía en masa. Hoy nadie se quiere señalar y los señalados están más castigados que nunca.

Nuestros padres y abuelos lucharon muchísimo para que tuviéramos un mundo más justo. El problema es que muchos de los hijos o nietos de aquellos progres son ahora todavía más egoístas que los conservadores de antes. Qué cosas. El poder ha corrompido todo. Estamos peor que en la época de la transición. Por entonces entraba en política la gente más preparada. Hoy ves como hay políticos en el Congreso sin preparación alguna o gente que opta a ser alcalde de una gran ciudad con unos simples estudios primarios. La política debería ser mucho más que todo esto. El problema sigue siendo el del miedo a hablar llamando a las cosas por su nombre. Y así nos va muchas veces.

Dentro de año y poco empezarán a pedirnos el voto. Elecciones al Parlamento Andaluz y luego las Municipales. Ahí se hacen promesas (que luego se meten en los cajones o se queman). Mientras tanto, la vida sigue igual. Como en todos los sitios hay gente que se entrega a su pueblo. Otra que vive de su pueblo. Gente que mantiene su pueblo con sus impuestos. Otra que rasca permanentemente del dinero público. Gente que se mete en las asociaciones para ayudar. Otros se meten en colectivos o siguen eternamente en ellos para trincar.

El poder quiere palmeros, no críticos. Mientras haya muchos de los primeros, estaremos perdidos. Si hay de los segundos (los críticos buenos) y se les hace caso, se acabará con los del gañote. Pero eso es difícil. El crítico es una especie extinción.

Los que seguimos viviendo en la intemperie somos los ciudadanos de a pie. Los de siempre. Venga quien venga no va a cambiar esta red de clientelismo porque ni le interesa ni los van a dejar.

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