La falta de carácter en la educación

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Nuestro sistema educativo no acaba de funcionar, ni el público, ni el privado ni el concertado. La tortuga escolar sigue a paso lento, sin mostrar capacidad de reacción. La mayoría de los profesores andan deprimidos y una minoría no tiene vocación, y habiéndoles menoscabado desde hace mucho tiempo el principio de autoridad del que debe ser investido cualquier docente, muchos se sienten a menudo superados por unos niños cada vez más agresivos y menos interesados por las letras o las ciencias.

Además ya aparecen incluso algunos “lumbreras”, como algún político o directora de colegio, que ven demasiada presión para los alumnos por participar, por ejemplo, en un concurso de lectura infantil. Aquí cada vez más se impone lo ilógico y lo perjudicial para una buena educación.

Las familias, y sumémonos todos, tampoco somos la panacea. El estrés, el difícil reparto de papeles entre el padre y la madre, agudizado por los divorcios, la lucha para llegar al final de mes y la influencia de las redes sociales en internet, que son auténticos objetivos de adoración para grandes y pequeños, son, entre otros, los grandes culpables.

Como declaraba el famoso Juez de menores de Granada, el lúcido y sensato Emilio Calatayud, “estamos educando niños muy blanditos, que no van a estar preparados para competir en el futuro”.

El filósofo griego Heráclito hace muchos siglos ya acuñó una frase sabia: “El carácter del hombre es su destino”. Hay que saber forjar un buen y fuerte carácter en el alumnado porque, por suerte o desgracia, la vida es una carrera de obstáculos. El mismo hecho y momento de la concepción ya lo es.

Tendrán que competir para sacar las mejores notas, para sacar nota para elegir la carrera, para opositar, etc. En el deporte desde que tienen 6 años están compitiendo, dándose en muchas situaciones resultados de auténtica paliza de un equipo sobre otro. Y tienen que aprender a encajar esas derrotas, para hacerles más fuertes y más resistentes y tolerantes a la frustración.

Encima cada vez más leemos y vemos en la televisión casos de acoso escolar (bullying) en los colegios, y la edad media de los protagonistas cada vez es menor, 12 años, dándose lo mismo en un colegio de la capital como en un pueblito de la Sierra de Cazorla.

¿Qué está pasando? ¿Qué valores les estamos transmitiendo como sociedad, como padres, educadores, como medios de comunicación, etc.? ¿Quién vigila a los agresores y al agredido? ¿Cómo se reinserta a esos niños? Muchas preguntas sin ninguna respuesta.

La educación, que es una de las cosas más importantes de nuestro mundo, es la auténtica base del edificio de la vida y el pilar fundamental de cualquier sociedad que pretenda aspirar a ser próspera y sana. Si no se hacen unos buenos cimientos y pilares, si no se dota a los niños de curiosidad, de conocimiento, de capacidad crítica, de ilusión, de ganas y, sobre todo, si no se les enseña desde edades tempranas la importancia de la fuerza de voluntad y el espíritu de sacrificio, difícilmente crecerán como buenas personas y con capacidad suficiente para navegar con cierta seguridad en las aguas revueltas y procelosas de este siglo XXI.

En el Reino Unido han creado un programa de valores caballerescos en miles de escuelas, para que los chavales vuelvan a estudiar o a fantasear con el Rey Arturo, el Caballero Lancelot, Dulcinea, Don Quijote, la Reina Ginebra… Resulta que estas ficciones literarias parece que son un cúmulo de virtudes y, en consecuencia, sirven para formar niños y niñas con un carácter sólido que les dé capacidad de convivir con sus miedos. Esos miedos que tal vez nos pueden acompañar de por vida en el futuro, pero que hay que saber superar para poder saltar la variedad de obstáculos que tenemos en nuestro día a día, para que además podamos sentirnos agradecidos y orgullosos con lo que somos capaces de conseguir por nosotros mismos.

Y por contraste deprime saber lo que piensan algunos en nuestra propia comarca, como por ejemplo una profesora de colegio o un político del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Pozoblanco, que piensan que participar en un concurso de lectura infantil junto a otros niños de su edad es perjudicial, aunque todos los que participan tienen no sólo un premio, sino también (lo más importante) el reconocimiento general asegurado y una jornada inolvidable, gratificante y única, aunque parece que, según estas personas, se les expone a los niños a un estrés que puede llegar a generarles un trauma para el futuro.

Será que para estas personas que así piensan, el dejarles desplazados o excluidos en este concurso con respecto a los demás niños de su generación, y el que no perciban ese día el mensaje de las bondades de la lectura en una acto común (que es lo que se pretende), debe ser un buen antídoto contra los “traumas” y el “estrés”, que les sobrevendrán con seguridad a los que sí participan.

Personas como éstas son los que desgraciadamente parece que apuestan por crear niños blanditos como el algodón dulce, y donde el carácter no forma parte de su educación. Quizá pretendan mantenerlos en una burbuja sobreprotectora, aunque el daño que se les haga sea mayúsculo.


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