Para Begoña, que nos dejó esta semana

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Esta semana se nos ha ido una buena persona. Begoña nos ha dejado. Solo tenía 20 años. Estaba empezando a vivir. Los que la conocían coinciden en que tenía un corazón enorme.

Llenamos la vida de días, de momentos, de sueños, de promesas, de tantas cosas. Y un día sin saber el motivo se nos escapa todo.

Ay, la vida. Esos golpes son tan fuertes que cortan la respiración. A medida que vas recorriendo el camino, te das cuenta que los sueños vienen de la mano de aquellos a los queremos. Y cuando ellos se nos van, la vida se queda vacía y llena de dolor. Solo el intento de sobrevivir a las ausencias nos mantiene en pie.

Qué difícil es superar las ausencias. Nunca se consigue del todo. Tan lejos, tan al lado. Qué tristes se vuelven algunas ausencias. Y qué vacío tan inmenso nos dejan. A ver cómo explicar que la vida es el instante. Ese momento que deja sin nada al que se va (lo pierde todo) y herido de por vida al que vivió a su lado.

El otro día, viendo al padre de Begoña, volví a recordar lo que ya sabía, que la vida es sólo una ilusión. La ausencia de Begoña le tiene quebrada el alma. No puede detener el llanto interior. La muerte habita entre nosotros aunque no queramos verla. Somos poco cosa aunque nos creamos grandes. Hoy los días son nuestros, pero los días que vendrán después no sabemos si llevarán nuestros nombres. Creemos en la gran mentira que viviremos para siempre y no es verdad. Valoro siempre a las personas que saben que todo es pasajero. Mi abuelo sabía que todo se iba a acabar alguna vez y se preparaba cada día para ello (orando, convenciéndose y viéndolo todo de forma más natural).

Hablando estos días con José María veía el dolor inmenso de un padre. Insoportable tanto sufrimiento. No hay dolor más fuerte para un padre o una madre que la pérdida de un hijo o una hija. Ahora son días terribles. Pero llegará el día en el también descubra que su hija vive en él. Que el cariño y el amor de padre es más fuerte que la propia muerte. Su corazón latirá por los dos, y encontrará que tiene obligación de vivir la vida para los grandes tesoros humanos que tiene en su casa y para recordar a Begoña la cual vivirá en su mente eternamente. Incluso dialogará con ella aunque sea de diferente forma. Recordar a las personas que quieres hace que no desaparezcan nunca aunque es cierto que hay días en los que recordar también hace daño. Ella estará en la memoria de los suyos hasta que estos resistan.

Es la vida tan incomprensible a veces. Nos agarramos tan fuerte a nuestra existencia que olvidamos que estamos de paso. Y no echamos cuentas de que está la muerte, esa que no hace distingos y afecta al chico y al grande, al rico y al pobre, al triunfador y al que pelea por serlo. Olvidamos que la vida tiene sus abundantes dosis de crueldad. He leído y escuchado mensajes de cariño hacia Begoña -ella tenía una bondad enorme-. La despidieron centenares de amigos. Su despedida fue multitudinaria. La querían porque era buena gente.

Ha sido una semana triste. Ha dolido en Pozoblanco la ausencia de Begoña. Se echa en falta aunque el camino tiene que seguir. Y seguirá también cuando nosotros no estemos. Somos tan poca cosa. Y lo curioso es que seguimos viviendo con el pensamiento que somos eternos. No lo somos. Mucha fuerza a la familia en estos momentos. Begoña los arropará desde arriba. Cuando alguien se va, la vida se te rompe pero, a la vez, te das cuenta que está aunque sea de otra manera.


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