El agua, la lluvia y el pasado

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Hace unos días escuchaba en un medio de comunicación nacional la entrevista que le hicieron a Nando Parrado, uno de los 16 jugadores del equipo de rugby uruguayo que sobrevivieron al accidente aéreo en los Andes en 1972.

Todas estas vivencias se recogieron en un libro: “¡Viven! La tragedia de los Andes”, que fue uno de los primeros libros que yo leí por recomendación de mi íntimo amigo Miguel Castilla Fernández, a la edad de 15 años. La historia real del mismo me atrapó de tal manera, que recuerdo que un sábado de invierno estuve leyendo desde las 16:30 hasta las 22 horas, prácticamente sin interrupción alguna, hasta que los ojos no aguantaron más.

Como casi siempre, mi amigo Miguel, mucho más curtido y experimentado que yo en lecturas interesantes y atractivas y con más sapiencia literaria, supo recomendarme un libro que me engancharía totalmente.

Parrado hablaba con elocuencia, no en vano se gana la vida, además de como empresario, dando conferencias por todo el mundo, pero también con sencillez. Comentaba que si aquellos 16 jóvenes lograron sobrevivir 3 meses con un hambre atroz y extrema que les llevó a la antropofagia y temperaturas de dos dígitos bajo cero entre la nieve, a 3520 metros de altura, viendo como los demás pasajeros o estaban muertos o morían en sus manos, fue porque eran un equipo de rugby, es decir, sabían funcionar como un grupo, solidariamente, con un objetivo común. Pero la enseñanza que más me llegó fue su explicación de cómo, tras la traumática experiencia, regresó a casa, reconstruyó su vida y dejó atrás una tragedia en la que además había visto morir a su madre y a su hermana. Contó que su padre, un hombre sencillo que había podido ir poco al colegio pero dotado de una innata sabiduría, era muy pragmático. “La lluvia cae hacia abajo y el agua moja”, afirmaba, es decir, no podemos cambiar lo acontecido, las cosas son como son y hay que asumirlas sin juzgarlas, aprendiendo de lo vivido, comprendiéndolo, pero sin quedarnos atascados en ellas.

Parrado habla y destaca a la familia, la confianza y la amistad como las tres claves que le permitieron tener fuerzas en la montaña para no dejarse morir de desesperación, de pena, de angustia. Hubiera sido lo más lógico y fácil. Familia porque es a lo que deseaban regresar. Confianza porque es lo que les permitió, después de 2 meses, echar a andar por la cordillera con la esperanza de dar con una aldea habitada y lograr ser rescatados a sabiendas de que nadie los buscaba ya y de que quizás no encontrarían ningún lugar habitado. Amistad porque en esos 2 meses viviendo entre lo que quedó del avión, experimentaron cómo todos los supervivientes se prestaban ayuda mutua, incluso poniendo en riesgo la propia vida sólo por afecto.

Cuando tenemos un malestar o nuestros enanitos negativos se apoderan de nuestra mente, el desánimo nos atrapa y nos recuerda acontecimientos lejanos vividos malamente. Yo en esa reflexión me acordé de las palabras de Nando Parrado: “Es inútil echar la vista atrás y quedarse enganchado de lo que ocurrió. El pasado en lo negativo es un fantasma que tiene un poder extraordinario sobre nosotros: no posee entidad física, no podemos modificarlo y sin embargo condiciona nuestra actitud, nuestras decisiones, nuestro ánimo, nuestras ideas etc.… ¿Cómo dejar atrás las experiencias negativas y buscar una salida positiva aquí y ahora? Parece sencillo, pero qué difícil es aceptar que la lluvia cae para abajo y el agua moja, nos empapa nuestro interior, de ese pasado que a veces nos atrapa”.

Yo, hasta que de nuevo me atrape, me quedo con el recuerdo de aquella tarde de sábado invernal, en 1977, donde arropado por las enagüillas y el brasero de la mesa de mi casa, un libro me hipnotizó de forma positiva, en un viaje que mentalmente hice a la Cordillera de los Andes.


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