España empata con Portugal en un partido frenético

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO


Llegaba España a este Mundial en pleno conflicto. Todavía estaba muy caliente el tema Lopetegui, destituido 48 horas antes del inicio en el Mundial. Es difícil recordar un debut español con más tensión. Por suerte, acabó la vida en los despachos y arrancó la única que nos gusta a los aficionados, la del césped. Los verdaderos protagonistas de este deporte visten de corto. No van con chaqueta y corbata. Había que terminar con la tormenta. Y se terminó con ella, jugando al fútbol y siendo mejores que Portugal. No fue suficiente para ganar. Fue un partido bonito. De ida y vuelta. De grandes batallas. Tuvo más dosis de emoción que calidad.

Cristiano y Diego Costa se colaron en el guateque ruso diciendo aquí estoy yo. Saciaron su apetito a bocados. Costa empató por dos veces el partido en la adversidad. Hizo lo que mejor sabe, ser un agitador profesional. Con él tiemblan las defensas, los árboles, los recogepelotas. Y tiembla hasta Pepe. Pelea cada balón, cada jugada, cada palmo y centímetro del terreno de juego. Lástima que al otro lado del ring estuviera Ronaldo que metió tres goles. Pudo con todo. Se echó su selección a las espaldas. Es un animal del fútbol.

Pero vayamos al inicio. No se pudo empezar peor. Penalti a los dos minutos. Lo era. Fue falta de Nacho. Lo transformó Cristiano Ronaldo. La bofetada sentó bien a nuestra selección. Se despertó.

Poco a poco comenzó a hacer lo que sabe: mover la pelota. De lado a lado. Con paredes mágicas. España puso lo que mejor tiene, la pelota y el toque. Se regodeó en la posesión. Y encontró el gol. Diego Costa en una jugada épica empataba. Se soltó de Pepe con falta previa que el colegiado no vio. Daba igual. El tanto subió y, a la vez, la ilusión de España. Se vino arriba. Llegaron más ocasiones. Isco al larguero. Iniesta dejó el balón al lado del palo. Merecía más el combinado nacional que sabía de los peligros de Portugal a la contra. Los lusos lo tenían claro. Ponerse a correr y lanzarse a por la presa. 


Cristiano Ronaldo y Diego Costa fueron los goleadores del partido.


El gol llegaría de otra manera. De Gea falló al intentar coger un balón sencillo. Manos de plastilina. Es lo que tiene ser portero. Los fallos se ven mucho. Y si no que se lo digan a Karius. El gol fue en un momento psicológico. En el final del primer acto. Una borrasca de impotencia.

El segundo período comenzó oliendo a remontada. A los diez minutos empató el partido. De nuevo Costa que se tiró como un cazador en el área pequeña. Remató un balón que le había servido en bandeja de plata Busquets. El gol espoleó al combinado de Hierro. Poco después, Nacho nos puso por delante con un gol soberbio. Remató de arriba-abajo un balón que quería marcha. 3-2. Mejor imposible.

Quedaba el final del partido. Y estaba Cristiano. Algunos llevan matándolo hace años. Pero siempre está. Es un goleador. Un pegador nato. Encontró la falta perfecta para meter su tercer gol. Soberbio. Él solito provocó la falta y él la metió.

El fútbol es un balón empujado por todas las pasiones, un juego que hermana la ilusión y la ira. Ambas están próximas aunque sean tan diferentes. Si ganas, eres el mejor pero si pierdes, todo el mundo busca culpables. El empate supo a poco a España. Los goles decidirán ahora quien será primero de grupo. El partido de ayer derrotó a todos los virus que había sueltos después de la destitución de Lopetegui y el lío que se montó. En ese lío fallaron todos. Lopetegui, el Real Madrid y Rubiales. Ayer falló De Gea aunque sin intención. 


Empate a tres en un partido con muchas alternativas



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