Entrevista a Emilio Valero, fundador de Autoservicio Valero



“El comercio de barrio es una maravilla que se va perdiendo”


EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO


En 1968, Emilio y Carmen abrían su comercio en el Barrio Alto de Pozoblanco. En realidad era una taberna con el supermercado dentro. A Emilio le gustó porque daba en esquina (algo fundamental en aquellos entonces) y cogía dos calles o barrios como decían entonces. La calle de abajo era ya del Barrio Bajo. Por el local  pagó 750.000 pesetas aunque tuvo que poner otras 750.000 pesetas para pagar los intereses bancarios que por entonces estaban por las nubes.

En octubre celebrarán las bodas de oro del comercio. Todo empezó por un ‘probar’ y se ha convertido en un local que ha formado parte de la vida sentimental de los vecinos de Pozoblanco. Autoservicio Valero ha sido un comercio pequeño en el que había de todo. En un principio solo se vendía pan y conserva. Las vecinas del barrio venían con su plato y se llevan la conserva y la cena puesta (al peso). No había por entonces ni frigoríficos.

La base de todo ha sido la entrega y la dedicación profesional como indica Carmen pues no había ni festivos ni domingos ni ferias en el comercio, que estaba abierto siempre. El trato personal fue fundamental para seguir con esta aventura tanto tiempo; “es lo que nos diferencia de los grandes  supermercados y lo que tenemos que explotar para seguir resistiendo como hasta ahora” explica Emilio quien recuerda las tertulias que su tienda de comestibles guarda.

En su comercio se ha vendido de todo, latas de conservas, leche, legumbres, paquetes de arroz, fruta, congelados, embutidos,  galletas a granel y cualquier cosa que se pudiera necesitar el vecino de Pozoblanco. Tiendas en las que se conocía al cliente  y le recomendaban comprar algún producto y en las que incluso, fiaban si no se llevaba dinero para pagar en el momento.

Las grandes superficies han ido terminando con las tiendas de barrio. Los verdaderos responsables del cierre del comercio tradicional somos nosotros, los propios consumidores, que hemos abandonado a su suerte a estas tiendas y las hemos sustituido por otras en nuestros hábitos de compra.

Comprar en estas tiendas del barrio de vez en cuando debería ser casi obligatorio moralmente para los vecinos pues son alma e historia del pueblo y del barrio en el que están situadas. Cuando éramos pequeños e íbamos aprendiendo las calles y los barrios del pueblo, nos guiábamos por estos comercios quienes están en peligro de extinción. Miramos por especies protegidas como el lobo o los buitres y no miramos por estas especies que no deberían ser extinguidas. Me refiero a ese comercio tan cercano y tan nuestro. Y por supuesto, tan peculiar. Las grandes superficies son iguales en Zaragoza, Madrid o Córdoba. Lo que no es igual nunca es un comercio de barrio. Ese encanto no puede ser nunca sustituido.

Estas tiendas daban vida a los barrios, incluso son las que revalorizan las viviendas porque a todos nos encantan las zonas en las que todo está a mano, en las que se puede hacer la compra en un ‘salto’. En un futuro, no siempre encontraremos comercios abiertos en los barrios. No sabemos lo que estamos perdiendo.



Emilio Valero es el fundador de Autoservicio Valero.



– Emilio, ¿cómo era su comercio a finales de los años 60?
– En principio fue una taberna que tenía un pequeño comercio. Los comercios por entonces eran muy pequeños y tenían cuatro cosas. El que tenía una taberna aprovechaba y se hacía con productos de primera necesidad pues estaban muchas horas abiertas. Hemos tenido muchos años compaginando la taberna con el comercio.

– ¿Qué se vendía en sus comienzos?
– Cuando yo entré se vendía latas de conserva. No había ni fruta ni congelados ni frigoríficos. El pan y la conserva. Poco más. Luego empezó a venderse de todo. Las despensas de antes no son los frigoríficos de ahora.

– ¿Qué vendió usted posteriormente?
– De todo. Éramos una tienda de comestibles pero en los años buenos vendíamos de todo. Hasta alpargatas y bragas. Teníamos lo que necesitaba la gente. Y sacábamos de muchos apuros a los vecinos en cualquier momento y a cualquier hora. No solo vendíamos los artículos que necesitaban sino que dábamos esa cercanía que hoy se ha perdido.



Emilio y Carmen han regentado su comercio de barrio desde finales de los años 60, comercio que ahora lleva su hijo.


– ¿Se refiere al trato de la gente?
– Claro que sí. Este comercio o autoservicio (como lo llaman ahora mis hijos) tiene muchas horas de charla. Venían a comprar y te contaban su  vida, su día, sus alegrías, penas y problemas. El trato con los vecinos ha sido maravilloso. Hemos conocido a los abuelos, a los hijos y ahora a los nietos de los vecinos. Y es que yo ya voy para los 80 años. El comercio de barrio era una maravilla que se va perdiendo.Ese encanto es único.

– ¿Ha cambiado mucho todo?
– Figúrate. Esto no es como era. Eso lo sabemos todos. Antes se vendía. Ahora menos. Comenzamos vendiendo al peso y ahora pues todo es diferente. Se vende ya hasta por internet. Los comercios tradicionales de antes éramos el Mercadona de ahora. Quizás más porque teníamos también las cosas que hay ahora en las tiendas orientales que se llevan. No se vendía llenando el carrito pero sí comprando en el día a día. Y con productos frescos y creo que mejores. La vida cambia y en el comercio este cambio ha sido brutal. Sobrevivimos a tiempos complicados.

– ¿Había más calidad antes en los productos?
– Mucha más. Los productos de ahora parecen todos iguales envasados en bandejas. Las cosas no saben igual.  No se sabe lo que se come. Y en el caso de la fruta y la hortaliza ni te cuento ya. Comemos cada día peor aunque todo esté mejor presentado.

– ¿Hay que saber despachar como se decía antes?
– Pues sí. Tienes que valer para despachar o atender a la gente. En mi comercio sabías lo que la gente quería porque los conocías de todos los días. Confiaban en ti. Tenías que tener arte para vender.

– ¿Con qué se queda de estos 50 años en el comercio?
– Pues con la que me ha acompañado en estos años y ha estado conmigo. Me quedo con mi mujer. Compañeros de trabajo y en matrimonio en la casa. Qué más puedo pedir. 



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