Nuestros pueblos se quedan solos

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Cuando tenía 8 años me fui a pasar unos días a Córdoba. No había estado nunca en una gran ciudad y aquello me marcó. El vivir en un séptimo piso, el bullicio de la gente, los atascos, el mirar al frente y ver que detrás había una calle y luego otra (sin acabarse nunca). Las sirenas de las ambulancias, los músicos callejeros, las grandes vallas de publicidad que hacían más grandes a los personajes de la televisión.

Había un mundo lleno de gente y yo no lo conocía. La ciudad era una maravilla. Y luego la noche con el ruido de los coches que era el de la gran ciudad. Me entusiasmó aquella vida. No había visto nunca tanta gente, ni tantos cines. Todo era como un paraíso lleno de tiendas y fantasía. Por entonces, pensé que vivir en una gran ciudad era el sueño al que todo el mundo quería aspirar.

Con el paso del tiempo te vas dando cuenta de que la vida no es la impresión que te llevas un día de las cosas. Ni dos ni tres. La vas descifrando con el paso de los años. Las grandes ciudades tienen un alma diferente al de los pueblos. Allí los momentos se escapan rápido entre tanta prisa, entre tanto ruido, entre tanto atasco. Son dos mundos diferentes. El nuestro y el de ellos. Para disfrutar de la ciudad sólo hace falta acercarse un fin de semana y aprovechar para ir al teatro, salir a cenar, ver tiendas y no hace falta sufrirla a diario.

Las bondades de la naturaleza, nuestro paisaje y el tenerlo todo tan cerca nos hace afortunados. El tener el campo a un paso para poder caminar, correr o coger la bici. Pero no basta. Poco a poco los diferentes gobiernos regionales y nacionales han olvidado a los pueblos. Los han dejado sin servicios. Comunicaciones malas, una sanidad cada día más recortada y una educación donde no hay ciclos superiores. Ni tan siquiera tenemos el ciclo de Ganadería. Con las explotaciones que tenemos para formar a gente en el mundo del campo. Lo que más sorprende es que se pagan unos impuestos bárbaros para los servicios que se reciben.

La gente de los pueblos paga tantos impuestos como la gente de las ciudades. Por eso no se entiende esa falta de servicios, ese abandono y esa escasez de futuro que se presenta.

Los servicios con los que cuentan las ciudades son mayores y van desde los administrativos o gubernamentales hasta los más simples como los del ocio y el entretenimiento.

La única manera de que tengamos futuro es ir a una y pedir para los vecinos de nuestros pueblos independientemente de colores políticos y de intereses personales de cada político. No hay otra. La despoblación está siendo enorme. No nos estamos dando cuenta pero aquí no está quedando ni el apuntador. Triste realidad que algunos no quieren verla. Hay que sentarse a negociar de verdad nuestro futuro.

Posiblemente esos niños que un día partieron a la ciudad y se quedaron encantados con su movimiento (como a mí me pasó de niño) no volverán y se quedarán allí. Por dos motivos principalmente. Por la falta de oportunidades y porque no estamos sabiendo vender nuestras bondades en nuestros pueblos.


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