Cuando obedecer no es tan sencillo

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


La vida es un proyecto que haces poco a poco. Primero sentándote en un pupitre de un colegio para escuchar cosas que te dicen que tienes que saber, luego salvando resfriados, vacunas y sofocones que van viniendo conforme vas trepando de la infancia a la adolescencia. Vivir es un trabajo constante, tienes que identificarte, sacarte el DNI (Documento Nacional de Identidad), hacer la renta, pagar impuestos y estudiar matemáticas.

Hay momentos en los que piensas que el mundo es más grande. Otros en los que es muy pequeñito. Esas dos dimensiones son aplicables a tu propia vida dependiendo del momento en el que te encuentres.

Hay minutos que se hacen eternos y minutos tan fugaces que no sabes si ha pasado algo. Y así vas, pensando, eligiendo, actuando, riendo, llorando, huyendo, corriendo. Bailando sobre un almanaque de cosas y fiestas que pasan. Sin olvidar las horas que se escaparon en el estudio y en el trabajo. Al verano le sigue el otoño. Como dice Sabina avanzamos tan deprisa pues ‘ya no era ayer sino mañana’. Y es que la vida es una libreta de direcciones que cambian y de números de teléfono que vamos perdiendo por simple olvido o la decepción del que te dejó el que está detrás del número. La vida es un sin saber lo que va a ocurrir. A veces incluso la felicidad parece una amenaza.

Cantaba Vicentico que ‘los caminos de la vida son muy difíciles de andarlos, difíciles de caminarlos’. Y aún así seguimos en el correr de los años con sus peligros. Vivir es una aventura llena de puertas falsas y laberintos perturbadores. Desde que nacimos conocemos a miles de personas que se nos acercan y que analizamos, pero nunca adivinamos en realidad quiénes son. De ahí, los palos y decepciones que nos llevamos con tanta amistad no verdadera.

En definitiva, aunque pasen los años seguimos siendo aquel niño sentado en el pupitre. Somos el niño o la niña que se hacía preguntas cuando tenía toda la vida para descubrirlas y ahora el niño o la niña que no sabe cómo responderlas. Pero seguimos en el mismo pupitre. Debió de ser que la vida no fue tan maravillosa como creíamos o que nos desgastó el modo en el que estaba montada.

Como decía Ángel González: “O eres de los que mandan o eres de los que obedecen”. No hay más. Y si eres de los segundos, hay que saber obedecer. Pero es difícil si al que tienes que obedecer solo tiene poder institucional o dinero. Dos argumentos que están por debajo de la cultura y del sacrificio. ¡Con lo que nos costó vivir y las cosas que hicimos aquí! Y encima tuvimos que ir a Córdoba a sacarnos el DNI. En fin… cosas de la vida.


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