Cuidemos nuestros pueblos manteniéndolos limpios

EMILIO GÓMEZ
(Peridista-Director)


Un día alguien me explicó lo que significaba el pueblo para ella: “Este es mi sitio, mi pueblo, no tengo otro y lo llevo con lo bueno y lo malo. Es siempre así. No puedo cambiarlo. Solo cuidarlo”.

Su tiempo, sus sueños y su salud estaban en su pueblo. ¿Qué mejor argumento para luchar por su pueblo si aquí lo tenía todo? A veces, pienso que estamos en los pueblos porque mucha gente (de la de antes) quiso seguir aquí en vez de huir. Nos dejaron un sitio maravilloso que no siempre respetamos.

Me duele ver que la gente ensucie su pueblo. Que no lo cuide. Que tire cosas al suelo. Que no recoja las heces de su mascota. Que rompa papeleras. Que pinte fachadas. Que pegue carteles donde no tiene que pegarlos. Que haga botellón y solo se lleve el ‘peo’ puesto dejando las botellas donde pinta. Que dejen el parque lleno de cáscaras de pipas. Que dejen colchones meados al lado de los contenedores. Y más cosas. En vez de ensuciar, criticar, pintar, arrojar, mear y pelear..., cuidar, cuidar y cuidar. Como decía aquella vieja señora “es donde vivimos”.



Posiblemente los que nos precedieron tuvieron una vida más pobre que la nuestra pero más decente que ahora donde la gente cada vez tiene menos respeto por lo que no es suyo pero le pertenece. El pueblo no es de uno pero es de todos.

Tenemos que cuidar nuestras calles. Por ellas pasamos. En ellas nos criamos, crecimos, jugamos, nos enamoramos. Las calles son el mapa de nuestros pueblos. Tienen nombre e historia. Los pueblos avanzan como las vidas que habitan en ellas. Y es muy triste que las calles no estén limpias porque algunos las ensucien sin piedad. Llama la atención esa dejadez con el entorno, como si la vida que nos rodea no fuera con nosotros. Es cierto que cada uno somos de nuestra madre y de nuestro padre. A veces, ni siquiera nos llevamos bien entre nosotros pero tenemos algo en común: vivimos en un mismo pueblo. Motivo de sobra para cuidarlo.

Los pueblos son nuestros porque son nuestras vidas las que recorren sus venas. Y lo hacemos habitando espacios, besando, sintiendo, visitando, comprando o hablando. No hay motivo para tirar basura sobre ellos. Sobre todo porque ahí están nuestras ilusiones, nuestras casas, nuestros negocios. Y lo que es más importante, nuestra gente. Ojalá que todos fuéramos gente a la que le duele lo suyo, su pueblo.

Cada vez comprendo menos que arrojemos basura en nuestras calles. Allí está nuestro tiempo, nuestra infancia, los buenos ratos, las ilusiones que tuvimos y tantas cosas que no se tienen que ensuciar de esa manera.


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