Leones, lobos y el Teatro de Manolita Chen

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Ya sabemos que hay que quitar los circos de leones y fieras, meter el lobo en los campos y prohibir los teatros de variedades. Vivimos en la cultura Disneylandia. ¡Como si nos hubiéramos criado allí!

Hemos sustituido todo lo que antes era popular por parques de atracciones enormes. Ya no se llevan los circos aunque fueran momentos de risa con payasos cómicos. Es inmoral (eso dicen) aquel circo de carpas estrelladas, de desfiles inmensos por las calles de los pueblos cuando los protagonistas llegaban por fiestas.

Tenía su encanto (no todo era cruel) con trapecistas, las acróbatas voladoras, los magos que sacaban conejos de su sombrero, las pitonisas, los amaestradores de fieras, los adivinos. Y el misterio que era la maravilla de aquel circo que ya no existe. Y no existe porque está fuera de la moralidad. En parte sí y en parte no. No todo es como lo pinta la sociedad Disney del momento. Mientras tanto, lobos al campo aunque sean una pesadilla para el ganadero. Hay que perpetuar la especie (aunque sea a coste del amo de las ovejas y los terneros devorados). No he visto a ninguna asociación animalista hablar de estos animales muertos por lobos o buitres. 



Resulta ahora que el ‘buenísmo animal’ está en la ciudad en la que muchas familias tienen una mascota. Me parece bien. Mientras más animales, mejor. Me encantan los animales. Ellos nos enseñan muchas veces a vivir. Lo que no me parece tan bien es que se intente quitar al animal de su hábitat natural que todos sabemos cuál es. En el campo están los ríos y los árboles. Y en el agua están los peces. Los animales vivieron durante siglos en los campos. Han sido criados por gente y con gente que vivió con ellos en cortijos, montes, cerros, sierras o huertas. Los ganaderos han perpetuado muchas especies. Por eso ‘jode’ que ahora haya gente que por comprarse una mascota, se convierta en animalista y diga que la gente del campo no ama a los animales y los maltrata. Habrá de todo pero la mayoría los cuida con cariño. Eso sí, no los cuida como personas porque no lo son. Aunque, ojo, que hay radicales de animalismo furibundo que tratan a las personas mucho peor que a sus mascotas.

No hace mucho me comentaba un amigo que le compró un perrito a su hijo costándole una fortuna. Acusaba el hijo a su padre de no tener corazón por recordarle que el coste del perro era elevado y porque los perros que tuvo en el campo no tuvieron la atención que este suyo tenía. Sin embargo, a los pocos meses era el padre el que cuidaba al perro pues el hijo se compró una casa con tarima flotante y no podía meter el perro allí. La mayoría de los que dicen llamarse animalistas no han visto animales en su vida. Son como los políticos que le dan el poder y se creen que están todos a su servicio. La cultura se construye estudiando y leyendo a lo largo de los años. No jodiendo porque estés mandando. El poder no da cultura. Lo mismo pasa con cuidar a los animales. Uno tiene que preocuparse de que el suyo sea feliz y no hacer valoraciones del otro animal que tiene el vecino. Sacar adelante a un perro es una teoría complicada. Figúrense lo que es sacar adelante 100 vacas, 100 ovejas ó 100 cochinos.

Hay muchas asociaciones radicales de animalistas en las ciudades. Esperemos que no lleguen a los pueblos. Hace ya muchos años que los gobiernos intentan sacar al hombre de la zona rural. Pero también al animal. Que animal y hombre se vayan a la ciudad. Es una cuestión prioritaria. Es mejor para que se concentren los mensajes, la riqueza y el engaño. Hablo de ese engaño al que nos tienen sometidos. Falsos mitos acerca de que la leche no es saludable o que los tomates directos de la huerta deberían pasar controles. Todo por la pasta. Porque la pasta se la quedan los intermediarios. Como decía Molés ya no se dice que las naranjas de Valencia son las mejores, pues dejaron de ser naranjas cuando se empezaron a beber en zumo y ahora solo se beben en zumos sintéticos. A los agricultores le dan cuatro duros y ellos sabrán lo que hacen con el resto del dinero y con las naranjas buenas que ya nadie se come ni las ve.

También se pasó del filete de carne a la hamburguesa. Todo negocio. ¿No se dan cuenta? Obesidad infantil. Hamburguesa en el plato y maquinita para la pantalla de la consola o del móvil. Todo sin salir la casa dejando solas las calles y en otro mundo a los campos.

El animalismo es un negocio que juega con el amor que le tenemos a los animales. Multinacionales y poderes políticos han visto un negocio rotundo en él. Las mascotas mueven millones de dólares y de euros en el mundo. Son más rentables que cualquier animal que de leche, carne o huevos. Es un negocio que juega con los sentimientos de las personas. Hay mucha gente que quiere a su mascota. Yo tengo dos y también las quiero. Y estoy de acuerdo con que merecen el mejor de los tratos. Pero no tiro por tierra el campo de mi pueblo y el de mi zona. El que nos mantiene en pie. No se olviden. Además me duele que se estén fabricando zumos sintéticos, mortadela mala, hamburguesas grasas. También me dolería que se sacara a los peces del mar y que el mundo animal se convirtiera en los que tratan de convertirlo: en una cultura Disney con un animal urbano de diseño.

No sé si Mickey Mouse, Goofy, Nemo, Snoopy, el osito Yogui o el cerdito Porky son reales. Lo que sí sé es que durante siglos vivimos del campo, de la productividad de nuestras tierras y de nuestros animales. Todo se hizo con mucho cariño al mundo animal. Y con mucho esfuerzo y trabajo. Eso es lo único real. Mucho más que el cerdito Porky y los mundos de Snoopy en los que nos quieren hacer vivir.

Y lo de los teatros como el de Manolita Chen, mejor lo dejamos para otro día. Bastante cabreo tengo ya. 


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