Aquellas ferias

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO


El martes arranca la feria de Pozoblanco. Atrás quedaron aquellos años donde los feriantes aparecían por el pueblo una, dos y hasta tres semanas antes. Era emocionante aquél trajín que había por El Pilar de Los Llanos con el tablao de caballos y mulas.

Salías de la escuela y subías para ver cómo se iban instalando los cacharritos. ¿Han venido las voladoras? ¿Y el carrusel? ¿Ha venido el Carrusel? Nos preguntábamos unos a otros. Dicen que este año no viene la Noria porque le han pedido mucho dinero para instalarse. ¡Verás tú si nos fastidian la feria entre unos y otros! Eran las conversaciones de los chiquillos de aquella época que iban sobre todo a los coches de choque que estaban donde se han construido las viviendas nuevas de Los Llanos del Plan 54. Y es que la Feria de antes, estaba fuera del Recinto Ferial. Acababa donde empieza la de ahora.

Los más pequeños buscaban el camión de bomberos, el coche policía, el patito, la pantera rosa entre luces, bocinas y vueltas en unos caballitos donde los niños iban felices saludando a sus papás. Hasta que sonaba con fuerza la bocina que los sacaba de su viaje y el sofocón era de aúpa. Dependiendo de lo cabezón que fuera el nene se montaba más o menos. Eso sí, cuántos nenes salían a rastras, de las orejas o con una ‘guantá’ en el culo. Cabreo que acababan con un juguete de consuelo; un ruedecita o un bastón de caramelos. Cuántos padres han comprado un bastón de caramelos a esos nenes cabezones que no se querían bajar de los caballitos.

Luego estaba la feria juvenil con casetas como La Cervecería, El Parque, El Huerto o El Gallinero. Una pasada. Bailando hasta el amanecer. Subir a la feria también tenía su encanto. Paseo arriba a la feria con casetas de turrón a los dos lados. La calle la feria a rebosar cuando se subía andando y no en coche. 



Las atracciones de feria con el circo que venía situándose en el aserradero del Agudo. Venían grandes circos como el Mundial, el Universal, el Brasil, el circo de Ángel Cristo. No se olvidan esas carpas estrelladas del circo, esos trajes brillantes de esa gente que hacía esas piruetas tan arriesgadas y espectaculares. Y luego estaba el Teatro pícaro de Manolita Chen o el Teatro Eslava. La tómbola no podía faltar aunque fuera la última en llegar. De ella no nos íbamos hasta que nos saliera la papeleta premiada con la Muñeca Chochona o el Perrito Piloto. Y después, los algodones de dulce, las manzanas de caramelo, las garrapiñadas... Por aquel tiempo no había esas colchonetas ‘saltarinas’ de ahora ni esos castillos hinchables, ni ese torito mecánico de ahora donde te vas para los lados y acabas en el suelo antes o después.

La aparecería en la feria, las sevillanas en las casetas y las tardes de toros. Muchas cosas se han mantenido de la Feria. Otras se perdieron. La principal es que uno, repasando sus ferias, se da cuenta de que perdió la feria infantil y la juvenil. Solo la tiene en el recuerdo.

La feria de Pozoblanco tiene su aire propio, ese que sopla a finales de septiembre, en esas noches donde ya refresca. A nadie se le olvida echar la chaquetita de lino, el jersey o la rebeca que tenemos guardada en el armario para estas noches de feria.

Todavía queda unos días para que el cielo se ilumine anunciando nuestra feria, acordándonos de nuestros familiares que ya no están, Cuando el cielo se ilumine y se vista de color, con la lluvia de fuegos artificiales tan propios de nuestra feria, se asomarán ellos desde allí arriba para ver lo bonita que ha quedado. Con los fuegos sabrán que también es feria, su feria y la de los suyos aunque ya no estén y recordarán cuando estuvieron en ella, se subieron en las atracciones, fueron a los toros y bailaron en las casetas. La magia de la feria es algo que nos envuelve. Es magia que empieza con fuegos al cielo y termina de la misma manera. Justo como la vida. 


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