El Pozoblanco jugará por primera vez en liga en el campo del mítico Eleuterio

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO


El partido que se dispute el domingo entre el Pozoblanco y San José, será recordado como el primero de liga -del Pozoblanco- que se disputó en el campo Eleuterio Olmo. El destino ha querido que sea así. Nunca se había hecho. Hasta ahora el Pozoblanco había jugado siempre en el Polideportivo Municipal. Desde 1983. Más de 35 años jugando en el campo del barrio del Torilejo.

Y todo porque el césped no ha crecido como se esperaba. O eso dicen. El caso es que el primer partido de liga se jugará en el campo del Recinto Ferial ‘Eleuterio Olmo’. Jamás se había jugado un partido de competición del Pozoblanco en liga en este sitio. Él estará ahí, al lado de los suyos, en el sitio del que nunca se ha ido. Allí anda, por la zona de banquillos.

La gente que compartió el fútbol con él, dicen que era un apasionado de todo lo que olía a fútbol. Un soñador. Tanto que entregó su vida y su dinero al mundo del balón. Cuando murió, prematuramente, vieron que sus cuentas bancarias estaban casi vacías. Lo entregó todo por su pasión. Le entusiasmaba, le daba vida, le cambiaba la cara. Todo por unos sueños que a veces cumplía. Solo a veces. Sabemos que el fútbol tiene su lado canalla y tienes que pelear con muchos obstáculos. Pasó malos ratos y tempestades. El fútbol es una rivalidad constante que, en muchas ocasiones, es inaguantable. En otras surgen anécdotas de las que se hablan eternamente. De las vividas con Eleuterio cuentan muchas.

Conocí a Eleuterio. Su Renault 5 iba buscando chavales que pudieran jugar en su equipo. Soñaba con encontrar un Maradona en cualquier barrio o calle. Tímido siempre. Se convertía en niño en cada partido. Vivía para eso. Uno de sus rivales era el Ferrocarril Oeste. En esos vagones del fútbol de antes siempre estaba él esperando una victoria que le hiciera feliz. Disfrutaba por dentro como el que más. Ángel, Larios, Samuel, Juan Diego, Teodoro, compañeros de aventura de su cuento. Y tantos chavales a los que entrenó en el Mapfre o en la Peña los Leones. De muchos fue casi un padre. Incluso le daba más mimos y cosas. Eleuterio fue un hombre atrapado por una locura, por un sinsentido que le acompañó siempre, el fútbol, que determinó su manera de ser, de ver el mundo, de comportarse y de sentir. Él sentí y soñaba. Soñaba y sentía.



Decir que lo dio de todo es quedarse corto. Se merecía un campo. Gastó su vida, su ocio y su dinero por el fútbol. Por eso pasó a ser uno de esos personajes que acaban siendo de todos. Él no se guardó nada. Sus amigos eran los de fútbol y su vida era el fútbol. El domingo me acordaré de él como si estuviera dando vueltas buscando a una estrella para su equipo o en el viejo Virgen de Luna donde me cuentan que sus ojos brillaban a pie de campo empujando el balón con su serena mirada a la salida de un córner. Posiblemente soñó con ser Menotti, Luis Aragonés o Clemente. Fue Eleuterio, ‘El Sopero’ cuya alma vaga en las calles de la ciudad cuando el balón bota. No aparece su Renault 5 pero todavía flota esa pasión suya que lo inundó todo. El domingo, él estará ahí, al lado de los suyos, en el sitio del que nunca se ha ido. Allí anda, por la zona de banquillos.

(En la foto, Eleuterio con su chaquetilla por los hombros y jersey de entonces junto al portero Miguel Cardador- este último con bigote adolescente).


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