Perroflautas independentistas

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Los animales no pueden hablar, pero lo entienden todo. Son muy listos. En el campo, pastores y ganaderos han convivido con la naturaleza. No les ha hecho falta dialogar entre ellos pues han estado juntos entendiéndose siempre. Hombre y naturaleza. El diálogo de los animales, de la naturaleza y de la gente del campo es el de la vida. No hace falta negociar para saber lo que está bien y está mal.

Durante siglos los pueblos se han entendido con sus gentes mediante sus tradiciones y culturas. Pero ha llegado ese momento en el que hay una ‘desculturización’ enorme que nos hace estar más perdidos que nunca.

Hace unos cuantos años que llegaron estos nuevos oradores de la sociedad global, animalista, y radical diciendo que la seña de identidad de un pueblo es contraria a todo. Quieren cambiar nuestra cultura, nuestro comportamiento, nuestras formas naturales de vida. Han creado el caldo de cultivo propicio para nacionalistas y anti todo. Ojo con los independentistas y amigos de los independentistas. No vienen a construir. Solo a destruir. Dicen traer un mundo nuevo y más justo. No los crean. Dejarán los campos solos y a España vacía y dividida. Lo malo es que hay, cada vez, más gente que se cree las innovaciones de estos perroflautas. 



El campo tiene otro ritmo y otras canciones. No las de ellos. Nuestros mayores y nuestros pueblos nos dejaron un modo de vida que está reñido con el que ellos proponen. Piden diálogo después de pedir la independencia para los territorios, después insultarnos y quemar banderas y sentimientos. Ese no es el camino. El pueblo se ha entendido con sus ciudadanos (siempre) mandara la UCD, el PSOE o el PP. El pastor y ganadero se ha entendido con la naturaleza. El perro se ha entendido con otro perro y con su dueño. Y todo sin tener ni siquiera que hablar. El diálogo que proponen es falso. El único diálogo es la buena voluntad de las personas y eso no se negocia ni se grita.

El problema es que muchos de los perroflautas que nos quieren guiar, creen que el mundo rural es el de Disney porque nunca han estado en él. No se han puestos empapados hasta las rodillas de agua o de fango, no se han resguardado con calcetines gordos de lana en las frías mañanas de invierno, ni han llenado sus manos de cortes y heridas después de coger el pico, después de colocar una alambrada o después de coger aceituna. ¡Qué saben ellos! Quieren que el campo esté en un zoológico con un par de animales de cada especie. Quieren que la gente se vaya a la ciudad dejando vacíos los pueblos para sumergirlos en su diálogo y en su engaño. Qué pena, todos concentrados en una ciudad entre el ruido, el humo y la miseria. Ciudades donde limitan la movilidad de lo apretado que está todo. Pero allí es donde mandan.

Me molesta mucho que no alcemos la voz ante esta gente y no sepamos valorar el lugar en el que estamos. No somos conscientes de lo importante que es nuestro medio rural y quienes trabajaron en él. No somos los catetos ni los paletos de pueblo que es lo que creen que somos estos perroflautas. Somos los pueblos que dieron vida a España. Lejos de la confrontación y de la independencia. En los campos con el sudor de la frente de tantos hombres y mujeres es de donde ha salido parte de nuestra riqueza, de nuestro futuro, de nuestro empleo, de nuestro desarrollo. Y ha sido a base de horas, esfuerzo y valentía. Que no venga ahora algunos perroflautas independentistas y anti todo a decirnos que traen un mundo nuevo. ¿Ellos? Es cierto que han entrado en el parlamento llenando de ‘rufianes y tardás’ el hemiciclo. Y lo han hecho sobre un suelo enmoquetado, con alfombras, sueldos millonarios y con discursos bochornosos con los que nos quieren conquistar apoyándose en la mentira. El mundo de verdad está en el origen. En la tierra, en los pueblos, en la gente que trabaja por llevarse un plato de comida a su casa honradamente. No en ese hemiciclo donde han entrado unos perroflautas que vienen en nombre de no sé quién. Pues parece que no son ni de España. Por lo menos no la quieren ni oír nombrar. 


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