Las historias de mi padre (II)

ANTONIO ARROYO CALERO


Fue mi padre lector empedernido. Le interesaban, de forma especial, los temas históricos y biográficos, al mismo tiempo gustaba de relacionarse con amigos mayores que él , personas que habían participado en los frentes de guerra y algunos sufrido las cárceles de la posguerra. Fruto de sus lecturas y de sus relaciones personales, conocía muchas historias que, debido a su prodigiosa memória , recordaba con claridad, las relataba con frecuencia y yo las escuchaba con deleite.

Debieron de ser los años 20 del pasado siglo años de miseria y necesidad que afectarían de manera desigual a las distintas clases sociales de aquel tiempo.

Contaba mi padre que por aquellas fechas se le murió una vaca a un ganadero de Pozoblanco. La vaca fue enterrada en los extrarradios de la población, en el lugar denominado “Charco el Chaparro” y la necesidad hizo que numerosos vecinos desenterraran la vaca para aprovechar su carne.

En los carnavales de 1920 quedó recogido el hecho con la siguiente letra:

“Se le ha de morir a un Ángel
una vaca en cierto día.
Quizá será de viruela
o quizá de pulmonía.
Cuando lo sepa el albeista
a todos les dirá bobos.
Tirarla al “Charco el Chaparro”
que se la coman los lobos.
Del maestro la palabra
se ha de cumplir muy fielmente.
Que primero ira la vaca
y después irá la gente.
Del “Barrio” saldrán con sacos
De “Calle Nueva”, cenachos.
Irán hombres y mujeres
las muchachas y muchachos.

Y esta es una de las muchas historias que contaba mi padre.
Seguiremos con otras historias.


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