Las historias de mi padre (VIII)

ANTONIO ARROYO CALERO


Como ya hemos comentado en alguna historia anteriormente publicada, iniciada la Guerra Civil en julio de 1936, las tropas de Franco triunfan en gran parte de la Andalucía occidental, suben por Extremadura y se disponen a tomar Madrid pensando que una vez conquistada la capital de la nación la guerra estaría prácticamente terminada.

En octubre de 1936, los sublevados se encuentran a las puertas de la ciudad. Todo el mundo piensa que Madrid caerá de un momento a otro. En noviembre el Gobierno de la República marcha a Valencia, dejando la responsabilidad de la defensa a la Junta Central de Defensa al mando del General Miaja. Pero la ciudad resiste y resistirá durante tres años. Las tropas de Franco entrarán en Madrid el 26 de marzo de 1939. Durante todo este largo periodo Madrid será una ciudad sitiada.

Nadie pensaba en 1936 que esto pudiera ocurrir. Nadie se preparó para ello. A nadie se le ocurrió abastecerla de alimentos para un asedio tan prolongado. La organización del abastecimiento, al menos hasta 1938, fue anarquico. Esta falta de previsión unido a que las zonas cerealistas de la nación ( Castilla la Vieja, León, parte de Castilla la Nueva, parte de Andalucía y Extremadura) quedaron, desde el primer momento, en poder las tropas franquistas, hizo que el aprovisionamiento a la ciudad fuera muy escaso durante los tres años que duró la guerra. Al mismo tiempo Madrid acogió numerosos refugiados procedentes de los pueblos de sus alrededores que iban siendo ocupados. Más bocas que alimentar.

En Madrid , durante la guerra civil, se pasó hambre, mucha hambre.

Como siempre unos la sufrieron más que otros. La organización Socorro Rojo Internacional se ocupó de hacer llegar algunos alimentos si bien destinados a combatientes y a sus familias. Funcionó, a pesar de estar perseguido, un mercado negro para el que pudo pagarlo.

A partir de 1938 se establecieron cartillas de racionamiento. Las colas para conseguir alimentos fueron habituales. Los embarazos ficticios para conseguir leche, también.

Durante el reinado de Carlos III (1759/1788) se llevó a cabo la gran reforma del Paseo del Prado en Madrid. Era Carlos III un hombre de la ilustración y además estaba influenciado por los gustos refinados de la cultura clásica, no en vano antes de ocupar la corona de España, había sido rey de Nápoles durante 25 años.

En mitad del recorrido del recién remodelado paseo, entre la Plaza de Cibeles y la de Atocha, se encuentra situada la fuente de Neptuno, obra del arquitecto Ventura Rodríguez . Es Neptuno, en la mitología romana, el Dios de las aguas y de los mares que, orgulloso, se eleva sobre las olas a lomos de dos caballos blancos con cola de pez portando en la mano un gran tridente a semejanza de un tenedor.

La estatua de Neptuno, en medio del Paseo del Prado, preside la denominada Plaza de Cánovas (en honor a D. Antonio Cánovas del Castillo) lugar donde los aficionados del Atlético Madrid se concentran para celebrar sus triunfos cuando los consiguen.

Contaba mi padre que en uno de aquellos días de contienda cuando en Madrid hacía más estragos el hambre que las bombas, amaneció Neptuno portando un gran cartel.

En el cartel, con grandes letras, alguien escribió durante la noche: “SI NO ME VAIS A DAR DE COMER, LLEVAOS EL TENEDOR”.

Y esta era una de las muchas historias que contaba mi padre.


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