Josefina, la magistrada que se crió en la calle la Feria

EMILIO GÓMEZ 
(Periodista-Director)

El pasado lunes fallecía a los 50 años de edad Josefina Arévalo López, la primera magistrada de Pozoblanco. Ella se crió en la calle la Feria, en la parte de arriba. Allí por donde en septiembre ponían las casetas de turrón. Cuando la feria empezaba en su calle. Aquella muchacha de sonrisa eterna, fue una luchadora que siempre sacó carácter para afrontar los obstáculos que la vida le puso.

Las vecinas de su calle recuerdan por su dulzura y por estar siempre estudiando. Metida en su habitación con su flexo encendido aprendiendo leyes. Siempre supo que la ley suprema es la de la vida. Por eso luchó tanto. Madre, hija, hermana y esposa excepcional, pero sobre todo Madre Coraje. En estos días leyendo los comentarios que la dedican, veo como la recuerdan siempre con sus tres hijos llevándolos de aquí para allá, colaborando en las Asociaciones a la que ella perteneció y entregando lo que ella tenía. Que era mucho. Sus hijos, su marido y su familia podrán estar orgullosos siempre de ella. 



Un día Josefina conoció a Javier en la Universidad, y juntos han recorrido su vida: compañeros, novios, esposos y padres. Decía Paco Robles en un artículo que le escribió esta semana en ABC que a veces el silencio de Dios se hace espeso e hiriente cuando se le pregunta el porqué de tantas muertes tempranas. No ha sido Josefina la única que nos ha dejado en estos días. También se nos fue un joven pozoalbense como Ángel Francisco, de 40 años, quien vivía en Barcelona pero con el corazón de su tierra. Tanto es así que en sus últimas voluntades parece que expresó aquello de “Llevadme a la tierra mía cuando ya no esté”. Sin olvidar a Rafael Jurado Cáceres quien ha fallecido cuando todavía no había llegado a los 45 años. De Cordobilla (Puente Geni), ha querido que su alma quede en Pozoblanco para siempre donde vivió con los hermanos de su comunidad. Un luchador que resistió en pie mientras pudo en su guerra contra la estenosis espinal.

La vida es así de cruel. Volviendo a Josefina, volvemos a la humildad de alguien que se lo ganó todo a pulso. Nadie le regaló nada. Y nunca lo tuvo fácil. Sin embargo, ella si supo establecer un modelo de vida basado en el esfuerzo, la discreción y el amor a lo cercano. Amor a su trabajo, a su familia y a la vida. La magistrada de la mirada azul. En su sonrisa se reflejaban sus ojos y también su manera de ser. Siempre conciliadora. También en su trabajo como magistrada donde dignificó los tribunales de Sevilla en su Juzgado de Primera Instancia número 5 en el que le tocó lidiar con muchos casos que tuvo que resolver. Siempre con ese espíritu amable y conciliador que le acompañó toda su vida.

Conocí a Josefina porque era amiga de mis compañeros de piso. Me decía “el novato del piso de Granada”. Así me llamaban cariñosamente ella y todos los de su pandilla. Recuerdo aquel día que coincidimos en la parada de autobuses. Ella iba para Córdoba y yo para la tierra de la Alhambra. No paramos de hablar durante todo el trayecto a la capital. En aquella mañana teníamos una carretera por delante que recorrer. Hasta donde alcanzara la vista. Ella soñaba con sacar sus oposiciones y ser juez. Se convirtió en lo que quería ser. Además fue una excelente magistrada. Yo no soñaba por entonces con nada y jamás pensé que ahora estaría escribiendo sobre ese viaje.

Josefina siempre supo que hay dos jueces que son los que mandan sobre el resto de las cosas. El tiempo y el destino. Contra ellos no se puede luchar. Una mujer infatigable que superó los obstáculos que la vida le puso. Como terminaba Robles en su artículo: No hay más preguntas, señoría. Sabiendo que hay preguntas que por mucho que te hagas no tienen respuesta. ¡Qué injusta la vida! ν

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