El Cabrero deja momentos en Belalcázar

EMILIO GÓMEZ
BELALCÁZAR 



Una noche de verano. Un lunes de feria en Belalcázar. Llegaba José Domínguez Muñoz ‘El Cabrero’. Venía para despedirse. Se baja de los escenarios para dedicarse a la familia y a sus cabras. Realmente se baja porque ha ido cumpliendo años y la edad no perdona. Cabras tiene menos que antes y la verdad no le hace falta para sobrevivir económicamente, aunque sí para vivir como lo ha hecho siempre. Lo suyo es estar en el campo y respirar el aire de la mañana por Valencina de la Concepción. Su particular filosofía de la vida está reñida con el mundo moderno dominado por las tecnologías y otras cosas como él dice.

Son 50 años de trayectoria musical. Muchos. En ellos no ha cambiado su concepto del flamenco ni el social. A los cantaores se les puede conocer tanto por su cante como por lo que dicen. El Cabrero es uno de esos. Sigue siendo muy reivindicativo (especialmente cuando canta fandangos). Ha estado en desacuerdo en su vida con muchas cosas: el poder, los señoritos, el periodismo y otras tantas. Un artista muy especial. Lleno de arte pero muy contrario a todo. Quizás demasiado. Siempre tienes que ponerte de acuerdo con el mundo en el que vives. Él no lo ha hecho. Ni lo hará.

“El Cabrero tiene ya 75 años” comentaban unos vecinos que iban a ir a verlo. A pesar de ellos sigue siendo el mismo. No ha cambiado ni su mirada ni su forma de actuar. Tampoco la manera en la que se presenta en el escenario: su clásico sombrero, su barba descuidada, camisa negra, botas y pañuelo al cuello. Eso sí, ha perdido vitalidad y fuerza, pero conserva esa entrega. Estuvo más de una hora cantando. Hizo diez cantes con un repertorio lleno de fandangos, seguiriyas, soleares..étc. Interpretó por bulerías el soneto de Borges con el que él se mide la voz. “Luz de luna” o “Si se calla el cantor”, canciones al compás de bulerías con las que la gente disfrutó. Sin olvidar ‘La Coplera del prisionero’ del argentino Horacio Guarany.

El concierto que dio en Belalcázar tuvo momentos. Eso sí, bastante alejado de aquellos festivales en los que se levantaba continuamente, se gustaba y entablaba una conexión más directa con el público. Hay que comprender también que ha pasado por momentos de salud delicados no hace mucho. Sin embargo, sigue siendo único en su manera de interpretar el flamenco: original, profundo y sin artificios. Su secreto es que ha tenido una gran convicción personal en lo que hace.

No ha perdido el arte con el paso de los años. Pecó eso sí, de sus vicios de siempre: ir sin compás, a veces, sin hacerle mucho caso a la buena guitarra de Manuel Herrera, desafinando algo en algunos momentos y más lento de lo que acostumbraba. Pese a ello conserva su cante ese duende auténtico. Quizás sea por eso también que todo lo que hace parece destinado a salirse de la norma. Su estructura es la improvisación. Hace lo que le viene en el momento. Algo que no es nuevo. Cantó correctamente, pero nada más, no llegó a dar una de esas noches en las que la gente no es que se levantaba, es que no se sentaba.Una de esas noches fue la de 1986 con unos fandangos inéditos con los que puso patas arriba Belalcázar.

Pero a pesar de ello, que no es poco, sigue siendo artista. Y el público enloquece con él. Esa es la grandeza de este hombre que lo hace diferente al resto. Tiene un talento sobrenatural. Él lo sabe y eso le ha llevado muchas veces a desafiar al mundo porque él es un revolucionario que nació para serlo (sea cual sea el tiempo). Si no hubiera motivos para la revolución, los buscaría. Y si no, no cantaría y quizás tampoco viviría.

Terminó despidiéndose de su querido público al que le agradeció tanto apoyo en tantos años. Su actuación comenzó a la una menos veinte de la noche y fue despedido con una gran ovación, del numeroso público que se dio cita, cerca de las dos de la madrugada. Se escuchó el grito de “Cabrero, Cabrero”. Este se marchó con las fuerzas justas después de darlo todo. Apenas ponía el pie en el suelo. Iba cansado.

La gente que fue a verlo en Belalcázar peinaba canas en su gran mayoría. Más de uno ha tenido esas cintas del cantaor con esas carátulas en medio del campo y con las cabras al lado. Ha pasado mucho tiempo. Él lo sabe. Por eso se va. Siempre ha sido un cantaor serio que ha tenido en cuenta a su público. 


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