Las cosas de la feria de Pozoblanco

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)



“Los tarugos aprovechan su feria para marcharse”. Esa es una de las frases más repetidas por estos días de septiembre. Tiene algo de cierto. Pero no al cien por cien. Hace ya unos años que la gente planea sus vacaciones o sus segundas vacaciones para feria. Lejos quedan aquellos días en los que ocurría todo lo contrario: la gente venía para la feria y era el resto del año cuando estaba fuera. Me refiero a los campos. El otro día decía Antonio García en una entrevista en Cope “antes pasaras por los campos que pasaras siempre había gente, ahora los campos están solitarios y lo raro es encontrar a alguien”.

La feria era el único acontecimiento del año y hace tiempo que llenamos nuestras vidas de muchos acontecimientos. Demasiados para saborearlos bien. Esos días de antes al ser únicos eran diferentes. Días en los que paseabas entre las casetas de turrón de la calle la feria, viendo a cómicos ambulantes, a bomberos y enanos toreros, a trapecistas y payasos de circo. Todo era como un sueño que se representaba a finales de septiembre. Un episodio formidable de nuestras vidas. La feria es la crónica de una infancia, de un enamoramiento, de un ‘fereo’ que no se olvida. Momentos de enorme emoción. Es como un sueño que se revive y que llega con su perfume, olor y colorido justo cuando el otoño entra con fuerza.

La vida tendría que ser como esa función de teatro de la que habla Marcos Ordónez. En ella todo comienza con personajes ya maduros y tristes y acaba en su juventud, con personajes llenos de ilusiones. De esa manera la nostalgia y la juventud se cambiarían los papeles.

El secreto de todo está en la eterna interrogación; en la infancia, porque todo lo que ves es nuevo, y en la juventud, porque las aventuras nunca sabes cómo van a terminar. Llegará el día en el que la gente volverá a quedarse en su feria aunque no tengo tan claro que los campos se vuelvan a habitar. Algo nos tendremos que inventar para seguir viviendo aquí. No sé si se han dado cuenta de que la despoblación de los pueblos va de la mano del abandono de los campos. 




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