El sol de Los Pedroches

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Ese atardecer es nuestro. De octubre. De Los Pedroches. Nuestros atardeceres están perfumados con el olor a campo.

Allá, un poco lejos, en ese cortijo y en muchos otros se vivía y se dormía. En los cortijos siempre había gente. Eso fue mucho antes de que la gente se fuera del pueblo y de allí a la gran ciudad.

Sin embargo, todo sigue ahí. Con la belleza de la vivienda deshabitada pero con los colores de una tarde que cae con el color anaranjado que le da el sol cuando se mete entre las tejas. Hemos dejado los cortijos solos pero el sol sigue viniendo. 

Atardecer en Los Pedroches. /MOISÉS VARGAS


- Te pierdes. ¿Dónde estás? Pregunta cada tarde el sol cuando llega al cortijo. No hay nadie. Luego se va. Nadie muestra interés por las maravillas de la creación. Los Pedroches sigue siendo un mapa de 17 pueblos y el campo de ellos. El campo que fue y ya no es. Nunca estuvo tan en silencio. Habría que remontarse muchos siglos para encontrar tanto abandono y tanto silencio.

Esa sabiduría de siglos se va perdiendo. Los campesinos se fueron. Echaron la llave, cerraron los portones y se montaron en el coche. Adiós. Y ese adiós duele porque allí vivieron muchos animales, se cultivaron tomates, lechugas, pepinos. Se arrancaron patatas. Se cuidaron las gallinas. Antes de que llegaran las defensoras de los animales insistiendo que los huevos son de las gallinas y no tienen por qué adueñarse de ellos los ganaderos. O que a las vacas no se ordeñan porque eso es maltrato. Como si se tratara de un campo virtual de los animalistas. Ellos quieren supervisarlo sin pisarlo, desde la gran ciudad. Así salvarán los campos cuando nunca han dormido en un cortijo, ni han segado, ni han ordeñado, ni han cogido aceitunas, ni han cultivado nada que no sea sus propias tonterías. La estupidez humana de hoy es muy superior a la de aquella época en los campos. Hoy quieren representar los campos quienes nunca se mancharon las manos de tierra.

Hoy, aunque están muy solos, todavía hay gente que se emociona cada vez que recuerdan su estancia allí, en el campo, entre ríos, animales, uralitas, cuadras, sacos de pienso, alpacas de paja, hierba y árboles. El mundo rural esconde una cultura fabulosa. Durante años a este grupo de gentes se les ha inferiorizado sin saber que ellos representaban nuestra identidad. La moda urbanita ha terminado de reventar un patrimonio infinito. Estaba claro que los pueblos rurales tenían sus días contados cuando la gente abandonó el campo. De la misma manera que cada día se apagaran más voces en los campos mientras el sol seguirá viniendo cada día. 


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