El mundo en un click

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Con esto de las redes sociales vemos como, cada vez más, se publican declaraciones de amor eternas, aunque luego las relaciones duren menos que nunca. La gente se pone guapa para las fotos que se echa para Facebook, Instagram y Twitter. No hace falta tener que salir a la calle para vestirse de guapo. En cierto modo, cada uno es el actor de su propia película. Representa un papel que le viene dado. La sociedad actual se está quedando en manos de una tecnología que le adoctrina.

Metimos al mundo en una pantalla y lo peor es que no lo sacamos de ahí. Los salvadores del planeta están metidos en un cuarto desde donde intentan lanzar normas de comportamiento para salvar a la humanidad. Lo mismo le pasa a los salvadores del mundo rural. No están en el mundo rural. Ni en el campo ni con los animales. Son unos señores vestidos de chaqueta y corbata que ponen normas de comportamiento y de bienestar animal. Ellos no se manchan ni pasan frío. Ponen bajo sospecha la mano que cuida esos animales. Parece como si no hiciera falta la voz del pastor o la voz del vaquero a los que, en ocasiones, se les considera como una especie invasora y dañina para el animal. La gente huye del campo cansada de que nadie mire por ellos. La especie protegida deberían ser los que trabajan la tierra y los animales. De eso no se dan cuenta los señores que dicen saberlo todo del mundo animal, a pesar de no haber criado nunca un animal –como mucho un perrito-y no haberse manchado de barro en una explotación.



Mientras tanto seguimos engañándonos , sacando a la gente de los pueblos y metiéndolos en la jaula de la gran ciudad. Los padres-que se hacen abuelos- se quedan en residencias sin más compañía que los cuidadores contratados y con la tristeza de no ver a sus hijos quienes están a muchos kilómetros de distancia. Hoy es más fácil llevarse a la mascota al piso que a un padre anciano o una madre anciana. Da menos lata, según parece.

Tenemos más cosas que hace 20, 30 ó 40 años pero no somos más felices. Llevamos creando un mundo de mentira, obsesionados, de manera permanente con la última novedad. Hemos creado monstruos sedientos de cosas absurdas. Nada nos satisface. Nos cansamos de todo muy pronto. No apreciamos nada. El valor de las cosas tenía su importancia. Antes para conseguir algo tenías que desearlo y salir a buscarlo . Hoy desde casa se consigue todo. Incluso puedes trabajar desde un ordenador. Es el mundo de la innovación el que nos está dejando los pueblos vacíos.

Palabras que se pierden en los pueblos, cortijos que se caen, candados de portones que ya no se abren, animales que ya no están. El mundo rural se cae. Pronto no quedarán pastores, no quedarán ganaderos, no quedarán labradores de la tierra. Los campos serán el marco para las fotos dulces que se harán en los perfiles de las redes sociales. Para eso quedarán nuestros campos. O quizás ni para eso. El paisaje se puede pintar en un ordenador con esos programas mentirosos que te colocan detrás de algo que no está. Estás en un paisaje en el que no estás ni existe. Nadie cae en la cuenta que con tanta mentira, no nos creerán. Y si nos creen, es porque habrá mucha ignorancia. La mentira no se ha sostenido nunca por mucho que se pinte o maquille. El mundo feliz de nuestras ventanas sociales no es verdadero. Es la radiografía del mal de nuestro tiempo: la mentira. Ya no nos preocupamos de las cosas importantes y verdaderas. Es como el que no come bien. Está picando todo el día y nunca está satisfecho.


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