Y si somos un lugar secreto en el que se escuchan nuestras voces

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)



A veces pienso que vivimos en un paraíso de increíbles puestas de sol, con estrellas que se asoman cada noche llenas de luz y con una dehesa salvaje. Otras solo encuentro un paraíso de casas viejas y techos desplomados con calles desiertas cuando asoma el otoño. Somos una contradicción. Muy hermosa pero silenciosa. Poética. Los Pedroches no deja de ser un escondite maravilloso.

Somos ese lugar secreto en el que las gotas de lluvia se quedan en esos barrotes de hierro de nuestras casas y de nuestros campos, esos que ya nadie guarda.

Nunca vinieron a hacer películas. Ni a rodar cortometrajes. Solo cuando había sucesos que conmovieran al resto del país. No encontraron nuestra alma. Si supieran lo que hemos vivido. Madres cosiendo rodilleras para los pantalones y coderas para los jerseys. Calles sin asfaltar de tierra que pertenecieron al mundo de la infancia. Almanaques de propaganda a los que se les cayeron las hojas sin que nada cambiara. Campos en los que se vivía como se podía a base de barrigazos. Aquí ha sucedido todo de forma natural. Aquí han sobrevivido nuestros antepasados. Amando su tierra, cultivándola, arreglándola. Con esfuerzo y trabajo.

Nos queda nuestra tierra. Nuestros pueblos y barrios. En ellos no solo está nuestra infancia y nuestros momentos. También están esos colores, esos olores y esos sabores que nos distinguen del resto. Hemos sido distintos. Sin pretenderlo. Nos dejaron solos. Somos el niño que se crió al otro lado del río y al que iban a ver muy de vez en cuando tenían que pedirle algo.

Nunca nos atrevimos a alzar la voz. Nuestros antepasados porque fueron demasiado buenos y nuestros jóvenes porque se marchan sin más. Para qué pelear si con mudarse es suficiente. Y hacen bien. Nunca conseguimos lo que nos perteneció. Nuestro mundo fue una utopía. Quizás maravillosa porque creamos cosas en medio de esta naturaleza perdida que cada día nos muestra sus encantos. Sin embargo, debemos de luchar por conservar nuestra gente.

Un pueblo vacío representa el fracaso de todos. Solitario, mudo y sin alma. Ya sabemos lo que nos hicieron y al abandono al que nos sometieron, pero ese es el discurso de los vencidos. Faltan más recursos, más paradas de tren, la autovía prometida y poner a nuestros pueblos en el mapa. Como si fuéramos aquellos niños que colocábamos la mano en aquella bola del mundo donde viajábamos sin movernos de casa.

Nosotros tenemos que dar vida a unos pueblos que necesitan de lo más importante: De la gente que vive aquí. No se crean las historias que le cuenten algunos de fuera. Es hora de creer a los que todo apuestan por su tierra y lo hacen quedándose en ella.ν

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