Por todos aquellos que ya no pueden contarlo

SILVIA POZUELO JAUT


No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo. Voltaire, siglo XVIII. Tres siglos después de que este filósofo francés pronunciara estas palabras en favor de la libertad de expresión, aún hay millones de personas que no disponen de tan fundamental derecho. Países como Corea del Norte, Siria o Somalia, donde no sólo hay que medir lo que se comunica, sino en los que ser periodista supone todo un desafío. Y si solo estos países fueran, tendríamos un gran obstáculo en la libertad mundial, pero vistos los últimos casos de este 2018 que se acaba, la libertad de expresión en la mayoría de países es un decreto legislado pero no consumado. Durante este año, 80 periodistas han sido asesinados, 348 encarcelados y 60 secuestrados. Casi 500 personas que han muerto o han puesto en juego su vida exclusivamente para informar, para mostrar lo que está sucediendo alrededor del globo. Que solo cumplían con lo que consideraban su labor, y sin embargo, algunos de ellos no han vivido para contarlo. Y aún tenemos presente el caso de Jamal Khashoggi, estrangulado en el consulado saudí de Estambul.

Líderes políticos como Donald Trump enzarzándose con periodistas, calificándolos de “maleducados y terribles”, y acusándolos de publicar noticias falsas, por el simple hecho de preguntar sobre algunos de sus asuntos más polémicos, tanto para él como para toda la nación. Sólo se puede calificar de escalofriante y pasmoso el odio que el presidente estadounidense muestra abiertamente hacia los corresponsales en sus meetings.

No cabe duda de que la libertad de prensa está en un grave peligro, amenazada por los regímenes totalitarios, el narcotráfico, la corrupción y los mandatarios ultrarrepresivos, que no dudan en mostrar a cada instante su hostilidad hacia el periodismo libre, si es que alguna vez hemos disfrutado de algo similar.

“Si queremos un Estado de derecho, tiene que haber periodistas. Una sociedad no puede tenerlo sin una crítica racional, y la crítica racional requiere que haya un grupo saludable de periodistas que averigüe quién está aprobando las leyes y por qué razones, de dónde viene el dinero y qué se hace con él”. Sabias palabras que encierran una gran verdad. Hemos vivido oprimidos por los gobernantes prácticamente durante toda nuestra historia. Hemos peleado, hemos luchado y hemos muerto por adquirir el derecho fundamental que debe caracterizar al ser humano: la libertad. Libertad para poder expresar abiertamente nuestra opinión respecto a cualquier tema. Libertad para publicar sin previa censura. Libertad para no cesar en las ansias de conocer. Libertad para debatir todo aquello que se tercie a polémica. En España, apenas comenzamos a hablar de libertad de expresión hace cuarenta años, a pesar de que las Cortes de Cádiz ya promulgaran este derecho fundamental. Otros estados ya contaban con él con anterioridad, y otros, lo hicieron después.

Por todo esto es tan esencial que tras volver la vista atrás, valoremos la importancia de la libertad de prensa, y comprendamos que sin ella todo se desmorona. Que respetemos la diversidad de juicios. Y que, si fuera preciso, muramos por defender el derecho a expresar abiertamente no solo nuestra opinión, sino también la de el de al lado. Porque como declaraba Noam Chomsky, si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto.

Este 2019, a dar guerra. Por todos aquellos que ya no pueden contarlo.


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