Las personas con discapacidad intelectual votarán por primera vez

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Recuerdo con perfecta nitidez cómo en Junio de 1977, cuando yo tenía 15 años, se votó en España después de 40 años de dictadura.

Yo, que entonces por los cargos que tenía dentro del fútbol me juntaba con hombres mucho mayores que yo, acudí con ellos a distintos actos donde actuaron personajes que para mí eran totalmente desconocidos, pero que algunos años después tomarían notoriedad por los cargos que luego ocuparon.

Viví las caras de alegría por poder votar por primera vez de forma libre, en una democracia que prácticamente acababa de nacer.

Como amante de la lectura recogía toda clase de trípticos y folletos de propaganda de los diversos partidos. Entre los adultos a los que acompañé estaba mi íntimo amigo Eleuterio Olmo.

Algo parecido es lo que va a pasar el próximo 28 de abril con las Elecciones Generales, donde por primera vez en la historia de nuestro país van a poder votar alrededor de 100.000 ciudadanos que tienen una determinada discapacidad intelectual, ciudadanos que antes tenían vetado el poder de elegir a sus representantes por orden judicial. Ahora podrán, como cualquier otro ciudadano, meter su papeleta en la urna.

Hay personas con discapacidad por tener una enfermedad mental que tienen perfectamente definido un razonamiento y criterio propio, que siguen habitualmente la actualidad y los sondeos que se hacen y que conocen con suficiente profundidad las distintas alternativas políticas que concurren a las elecciones.

Para mí era una injusticia que muchos estuvieran incapacitados por orden judicial por tener una discapacidad intelectual, deterioro cognitivo o enfermedad mental. Ahora que no se queden en casa y ejerzan con alegría su derecho recién adquirido, que supone el ganar una batalla más, para poco a poco conseguir la total igualdad.

Para conseguir esto, como cualquier otra reivindicación de justicia perteneciente a un derecho, hay que sumar y pelear durante muchísimo tiempo, y en esa lucha está la asociación “Plena Inclusión”, que se creó en Madrid y que agrupa a más de 890 asociaciones en toda España.

La mayoría de grupos parlamentarios todavía no tienen adaptados sus programas para estas personas, una cosa que no se puede comprender.

Pese al avance, el colectivo de personas con discapacidad intelectual sigue sintiéndose humillado.

No entiendo muy bien por qué se contempla por parte de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General que estén atentos los interventores y apoderados de los partidos y que cuando sospechen que el voto de una persona con discapacidad “no es ejercido de forma consciente, libre y voluntaria”, lo deberían de hacer constar en el acta de la sesión, identificando al elector con su DNI.

Claro que yo me pregunto que entonces tendrán que tomar nota también de una parte importante de personas mayores, donde el hijo de mayor afinidad le introduce la papeleta en el sobre sin decirle siquiera a qué partido tiene que votar.

Flaco favor harán también las personas que trabajen en asociaciones de personas con una discapacidad intelectual si caen en la tentación de llevarlos a votar con el voto preparado o inducido por los que dirigen, gestionan o tienen influencia directa en dichas instituciones.

También quiero hacer un llamamiento desde este humilde semanario a que no tengan miedo a sentirse señalados y estigmatizados, porque si sumáramos las personas que este día de las votaciones sufren depresión, ansiedad, trastorno obsesivo, trastorno obsesivo compulsivo, doble personalidad, principio de alzhéimer, demencia senil y alguna más, entonces se quedarían más de dos millones de personas sin poder votar.

No está bien que a estas personas, como a otras, no es ético ni moral que se les prepare el voto, pero también tengo claro la dudosa legitimidad moral de las órdenes que se transmiten a los interventores o apoderados por parte de la Junta Electoral Central en relación con el voto de estas personas.

En un plazo medio se debería dar otro paso más por parte de los partidos políticos, incluyendo en sus listas como candidatos a personas de este colectivo que pueden ser plenamente capaces para desarrollar con eficacia una labor en la política activa.

Los últimos 10 años han sido de una lucha total por parte de estas asociaciones para que por fin se les tenga en cuenta.

Como viví la experiencia y vi las caras de los que votaban por primera vez, en muchos de ellos debe de haber cierto nerviosismo por hacerlo por primera vez, además de las lógicas dudas, como una persona sin enfermedad, de a quién votar.

Parte de estas asociaciones se lo están tomando tan en serio que hasta han hecho un simulacro de práctica electoral.

Yo tengo una relación habitual, tanto personal como a través de whatsapp, con dos personas con una discapacidad intelectual, y me asombran positivamente por la capacidad y enjundia de muchos de sus comentarios, una relación que hace que les tenga un cariño y aprecio como si de un amigo íntimo se tratara.

Termino con la alegría de este reconocimiento a un derecho, para que estos nuevos 100.000 electores con discapacidad cojan su papeleta con alegría y voten, como yo viví directamente como espectador en aquel junio de 1977 con la mayoría de personas que lo hacían por primera vez, porque existe un total paralelismo entre aquéllos y estas elecciones para las personas con una discapacidad intelectual, aunque muchas veces demuestren tener más capacidad y conocimiento.


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