Datos a tener en cuenta en la historia de Pozoblanco. Los testamentos de Juan Ginés de Sepulveda

ARTURO LUNA BRICEÑO 

Juan Ginés de Sepúlveda hizo el primer testamento en Pozoblanco el día 4 de Agosto de 1571 y catorce meses después lo anuló e hizo uno nuevo con fecha 16 de Octubre de 1572 que ratifica con un codicilo seis días más tarde, el 22 de Octubre de 1572. Estos tres documentos los dictó estando ciego. Circunstancia que se hace constar en los dos testamentos pero no en el codicilo.

Los testamentos son muy semejantes, pero no iguales. El profesor Losada que los consideraba perdidos los encuentra en el Archivo Histórico Nacional en 1948 dentro de un abultado legajo perteneciente a la Sección de Consejos y señalado con el número 43.485. Le sorprende que en este legajo, mal cuidado, estuvieran todos los documentos originales. No transcribe el primer testamento, el de 1571, por el mal estado en que se conserva. Pero no sabía que ese trabajo ya lo había realizado un Escribano del Consejo de Estado en el año de 1680 y se conserva en el ya citado archivo, Legajo 7.619. Expediente 30. 

Testamento primero de Juan Ginés.


La gran diferencia que existe entre unos y otros documentos es que Juan Ginés, a medida que envejece se va acordando más de los suyos y de sus paisanos de Pozoblanco. En el segundo Testamento nos descubre una empresa urbanística que está haciendo para seis de sus familiares:

“Iten digo que de siete casas que se hacen y están de hacer en la dicha Coronada y a la una con la dicha Coronada tengo señalada y aplicada para la dicha mi Capellanía, digo que las otras seis con los corrales que tienen señalados y pozos en ellos y huertos se den después de acabadas de hacer a las personas siguientes y a sus herederos, conviene saber:

A Sebastián de Sepúlveda clérigo presbítero, y a Juan Lupario de Sepúlveda y a Bartolomé de Sepúlveda, hijo de Juan García, y a Pedro de Sepúlveda y a Bartolomé de Sepúlveda su hermano, hijos de Juan de Sepúlveda y a Marcos Ponce, a cada uno la suya, las cuales dichas casas con sus corrales y huertas como dicho es les mando con condición que no las puedan vender ellos ni sus herederos, pero si las puedan arrendar y las tengan perfectamente y las vayan así heredando unos de otros conforme a derecho y que si Dios me llevare de este mundo y las dichas casas no estuvieran acabadas de hacer según conforme a la traza que llevan comenzadas mando que se acaben y así acabadas y hechas se den a los susodichos por la orden que ordenaren los patronos de mi Capellanía …(Segundo testamento). 

Ultima página del segundo testamento de Juan Ginés.


Para construir estas enormes casas dotadas de cuadras, corrales y huerta, no dudó en utilizar una de las tierras que había comprado para dotar su Capellanía:

“Iten la suerte que dicen de La Coronada con una de las diez casas que en ella se hacen y han de acabar de hacer, la cual casa ha de ser la del segundo solar contando desde la parte de abajo del Arroyo de San Sebastián la cual tiene ahora mucha parte edificada”. (Primer testamento. Se trata de Las Coronadas, “Las Escoronaas” dos huertas que compró Juan Ginés cerca del Cerro).

Juan Ginés de Sepúlveda estaba muy interesado, no en ver que se terminara la obra, porque estaba ciego desde hacía unos años, sino en terminar esta obra. Así lo remarcó en el Codicilo del 22 de Octubre de 1572. 

Juan Ginés de Sepúlveda.


Estos dos testamentos y el Codicilo no vieron la luz una vez muerto el Cronista, fueron ocultados por Marcos Ponce que compró la Escribanía de Juan Fernández, a la muerte de éste, y se los entregó: Uno a su hijo Juan Ponce de Sepúlveda en Pozoblanco y el otro a Don Juan Argote de Sepúlveda, sobrino nieto del Cronista y heredero del Mayorazgo, que a su vez se lo dio a su confesor, un jesuita de Córdoba, junto al Codicilo.

Todos estos documentos fueron recuperados en 1617 en el primer juicio por la tenuta del Mayorazgo y enviados a Madrid en el segundo juicio por la tenuta en 1680, a petición de Benito García, pobre de solemnidad de Pozoblanco, que pretendía heredar este derecho. Al no tener quién le hiciera copia de los mismos los jueces dijeron que se los enviaran a la Corte, Y allí quedaron olvidados hasta que los recuperó el Profesor Ángel Losada en 1948. 

Calle Pozo Cadenas, 1910.



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