El desgobierno de la desvergüenza

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


Cuando se va a escribir sobre una situación importante y difícil que vivimos en este país, creo que lo mejor es dejar pasar unos días para que la perspectiva sea más nítida y lo más objetiva posible.

La semana pasada, el martes y el jueves, se celebraron en el Congreso de los Diputados las sesiones para intentar investir al Presidente del Gobierno de España.

Esas sesiones se convirtieron en una especie de circo de actuaciones maquilladas y palabras estudiadas, según le habían preparado sus respectivos secretarios.

En algunos aspectos me recordó bastante a mi época en el colegio de los Salesianos, donde con 13 ó 14 años, en una aula masificada con 53 alumnos, cuando se iba el maestro y dejaba de encargado a uno de nuestros compañeros para apuntar en la pizarra a los que armaran alboroto, la misma se convertía en una jaula de grillos donde cada uno decía una cosa y actuaba por libre.

Esto fue lo que pasó en el Congreso, donde casi todo el mundo fue a su bola, sin sentido de Estado e importándole un pimiento lo que le ocurra a los ciudadanos.

Los separatistas catalanes y Bildu a su prioridad de que le garanticen pasos de avance hacia la independencia. El único partido que dijo “si” a Pedro Sánchez, fue el PRC (Partido Regional de Cantabria) donde con un solo diputado y bajo la dirección del presidente de dicha autonomía, el inefable y mediático Miguel Ángel Revilla, dijo “si” previo documento firmado por el PSOE de que accedían a varias solicitudes de Revilla, entre ellas que el AVE llegue a Santander.

Los cuatro partidos que más diputados han sacado han suspendido con la nota mínima. Pedro Sánchez sin saber qué hacer, perdido como casi siempre. Se sacó, después de 80 días, una media zanahoria que le puso delante a Podemos. Estos ambiciosos, pidiendo mucho más, sin tener ninguna experiencia de gobierno y siendo la cuarta fuerza política.

El Partido Popular, en una nueva táctica de su líder Pablo Casado, de moderar su discurso y hablar cuanto menos mejor, porque así es la única forma de subir la intención de voto. Y Ciudadanos, perdido en el limbo de la indefinición de no saber a quién representa, ni qué ideología va a seguir.

Con el cortoplacismo que caracteriza a estos políticos, solo se preocupan por su propio relato (como se dice ahora). Pero el que está quedando sin relato es el Estado. Esto no va ya de la ambición sin límites de Pedro Sánchez, o del infantilismo patológico de Pablo Iglesias o del insoportable ventajismo de Casado y Rivera.

Esto va de cuando la ingobernabilidad se vuelve crónica, cuando las costuras constitucionales dejan de ser útiles, cuando el diseño institucional se colapsa, el Estado se vuelve fallido y toca rediseñarlo, por las buenas o, a lo peor, por las bravas. Como si no lo hubiéramos vivido ya en nuestra convulsa historia.

Obligar a los ciudadanos a votar otra vez en noviembre tiene consecuencias muy graves, no para Sánchez y el resto de incompetentes, sino para los españoles.

Por todo esto, entiendo mal que el rey se quede en el convencionalismo, limitándose a urgir a los partidos a negociar, demostrándose una vez más que en algunos aspectos y momentos queda (seguramente en contra de su voluntad) como un objeto decorativo en el salón de la Zarzuela.

Ahora mismo, no se olvide, no hay nadie con mandato para formar gobierno. Y todos parecen tentados a no mover un dedo, si nadie los coge por las orejas.

Quizá la Constitución debía atribuirle mayores competencias al monarca en este tipo de situaciones y ante este tipo de problemas, para que pudiera actuar de alguna manera contra la enorme ineptitud, incapacidad y desvergüenza que muestra desde hace mucho tiempo la actual clase política española.

Lo que es impresentable e irresponsable, es irse de vacaciones secretas en agosto y dejar el asunto en punto muerto para el último minuto de septiembre. Eso sí, el sueldo estos señores no se lo suspenden y siguen cobrando muy bien del erario, aunque durante muchos meses no hagan absolutamente nada.

Para evitar todo este sinsentido, ¿por qué no se ha podido concretar un pacto de Estado fijando un programa con los problemas importantes? ¿Por qué no es posible que en este país, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países europeos, se pueda llegar a formar y concretar algún día una gran coalición de gobierno entre las fuerzas políticas constitucionalistas que sirva para deshacerse del continuo chantaje de los enemigos de España (filoterroristas vascos, separatistas/golpistas catalanes, populistas antisistema, rufianes de toda índole, calaña y ralea….) que lo único que quieren es destruir el sistema democrático español e incluso a la propia España? ¿Será porque el “Doctor NO” (“no es no, qué parte del NO no ha entendido”) no se muestra siempre con la firmeza y rotundidad necesaria en la defensa inequívoca de la Constitución y no quiere siquiera pensar en esa posibilidad de gran coalición entre fuerzas políticas constitucionalistas que ya le ofreció a él su antecesor en el cargo?

Tal vez la situación sería distinta si el gobierno del propio partido PSOE no hubiera caído, desgraciadamente, en manos de su corriente más radical y sectaria y menos madura y sensata. Esa que tiene peligrosas dudas en algunos aspectos muy importantes, especialmente sobre la naturaleza de España, a la cual considera una pluralidad de naciones. Dudas peligrosas porque ofrecen argumentos y munición a los que quieren destruir nuestro país.

Y mientras el sector radical del PSOE, que ahora tiene el poder en ese partido, se empeñe en que la división, para ellos frontal, izquierda/derecha, (realimentada con los rescoldos avivados continua e interesadamente de una guerra incivil terminada hace 80 años) debe primar y anteponerse en todo caso sobre la división constitucionalistas/anticonstitucionalistas, la posibilidad de acuerdo entre las tres grandes fuerzas políticas nacionales se antoja ahora una quimera absoluta. Con lo que mucho me temo que los anticonstitucionalistas, que aspiran a dinamitar algún día el sistema democrático español que nos dimos los españoles en el año 1978, seguirán sacando su macabro rédito político indefinidamente.

Este sector radical del PSOE no se entera que el problema no es ese dualismo anacrónico de “izquierda”/”derecha” (de hecho hoy están mantenidos en el poder gracias al apoyo de fuerzas que han sido consideradas siempre de derechas, PNV o Convergencia Democrática), sino que el problema real en España está en el poder que por acción u omisión, lamentablemente, se le ha concedido y concede desde hace mucho tiempo a los anticonstitucionalistas, sean estos de derechas (PNV, Convergencia…) o de izquierdas (Bildu, Ezquerra…).

Yo creo que debiera imperar la sensatez y la responsabilidad para poder encontrar un punto principal en común entre las tres fuerzas mayoritarias, debiendo primar la defensa inequívoca y sin fisuras ni dudas de los valores constitucionales, sobre todo el de la indisoluble unidad de la nación española. El afán infinito de algunos de conseguir el sillón del poder o mantenerse en él no debe ser a cualquier precio. El futuro de España está en juego y no puede estar sujeto a una lucha de absurdos egos o vanidades entre gente que ejerce la política sin ética, moral ni responsabilidad.

La situación histórica que vive España se antoja ahora muy difícil y peligrosa, y se necesitan políticos con altura de miras y responsables. Y si PSOE, PP y Ciudadanos tienen las ideas claras y una visión de Estado clara y responsable, como representan el 70% del total de los diputados, tienen una mayoría aplastante para sentarse y llegar a acuerdos tan vitales como la unidad territorial del país, sin dejar un milímetro a la pretensión de los separatistas. Para hacer, entre otras cosas, que cuando salga la sentencia de los políticos presos, cumplan hasta el último día de la condena, también para buscar soluciones al problema de las pensiones, para mantener el bienestar social de sanidad, mejorar la aplicación de la ley de dependencia y la cobertura de políticas sociales. Luchar por la creación de puestos de trabajo dignos, unificación de una educación generalizada y sin manipulación ni adoctrinamiento sectario, gestión y regularización de los emigrantes, combatir con puestos de trabajo y vivienda con alquiler simbólico a los jóvenes, para que vivan en las comarcas rurales, y poner freno a la sangría de despoblación y envejecimiento de las mismas.

Esto y algunas cosas más, es lo que verdaderamente nos interesa a la mayoría de los españoles, vivan en Cataluña, Extremadura, Andalucía o Galicia.

Creo que a la mayoría de los que han votado a los tres partidos mayoritarios, visto lo visto, hubieran aceptado este acuerdo de Estado, viendo el desgobierno que se está produciendo. Y lo más triste, insoportable e incomprensible desde todos los aspectos es contemplar cómo toda España, en muchos aspectos, baila sometida al ritmo de los que quieren destruirla.

Y mientras tanto, en Navarra, el PSOE tiende la mano a los proetarras de Bildu para sentarse a toda costa en el gobierno foral.

El pasado sábado y domingo, en el País Vasco, y promocionados por los propios ayuntamientos de Hernani y Oñate, se le hacían sendos homenajes con música, comida y fiesta a dos asesinos de ETA que han salido ahora de la cárcel. Entre ellos uno de los que secuestró a Ortega Lara, al que tuvieron más de 500 días metido en un agujero. Y los ciudadanos de a pie asistimos atónitos a estos hechos mientras se constata la falta de bemoles del gobierno actual y los anteriores para parar estas barbaridades nauseabundas. ¿Pero dónde queda la dignidad y dónde queda la defensa de las víctimas del terrorismo y sus familiares que están viviendo de nuevo el horror y la humillación en sus propias carnes, en esa especie de terrorismo de repetición que suponen los homenajes con alharacas y recochineo a los viles asesinos?

¿Dónde está esa izquierda radical española que se atribuye a sí misma el monopolio de la lucha contra las injusticias y la defensa de los valores de humanidad y sociales y que calla siempre con su típica e infame doble moral ante estos macabros homenajes? ¿Es esa su idea “progresista” de la vida y de la acción política? ¿Están más cerca acaso de Otegi que de Ortega Lara? Por cierto, la prostitución de la palabra “progresista” o “progreso” está alcanzando hoy día cotas inimaginables, y la manipulación continua del lenguaje en ese sentido resulta burda, soez y deprimente.

¿Se imaginan por unos momentos que en París o Londres, hicieran manifestaciones y jolgorio en favor de los terroristas que atentaron y asesinaron a decenas de personas? Pues con un gran paralelismo eso es lo que consentimos en nuestro país y además con dinero público.

Antes de escribir este artículo fui a visitar en el campo a mi conocido cabrero, que sobrepasa los 70 años, para pedirle su opinión sobre lo que está pasando. Él, que no ve la televisión, ni escucha la radio, ni lee periódico alguno, sin quitarse el cigarro liado de sus labios, me contestó: “Pero para qué os quejáis tanto, si bastante bien estamos, para estar en las manos de quien estamos”.


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