Todos tenemos muchas personas dentro. Editorial

Todos tenemos muchas personas dentro de nosotros. No somos siempre los mismos. El periodista (o la profesión que tenga cada uno), el marido y padre de familia, el amigo, el rebelde o pacificador. Somos muchas cosas dentro de uno. Es por ello que somos tan complejos pues interpretamos diferentes papeles. Siempre he huido de la gente rotunda que dice ser siempre la misma, esa que no se desvanece nunca según ellos. Tan seguros de sí mismos o inseguros. Desde que nacemos estamos en un aprendizaje permanente por lo que alguien que quiere aspirar a saber cada día más, nunca está tan seguro de sí.

Es por ello que a veces detesto a los que hablan y no escuchan, lo sabelotodo (los que lo son y los que se lo creen). Esos que no conectan la lengua al cerebro. Normalmente la sabiduría está en escuchar y sentir. A mí, me gustan las p ersonas e mocionantes que buscan refugios sentimentales en los papeles que les da la vida. El amor por la gente es la verdadera representación que nos hace diferentes. El periodista debe de querer a sus oyentes, el comerciante a sus clientes, el padre a sus hijos y el ciudadano a su pueblo. Tenemos que usar la vida en hacer cosas por la gente. Basta ya de pensar en uno mismo. Ese es el problema de la sociedad actual. Tenemos que ser gente que piense y sienta. No saldremos si no recuperamos los valores. No es cuestión de cambiar de políticos, de colegio, de pareja, trabajo o de amigos. Uno debe de saber interpretar la vida con una sinfonía que haga de la bondad una obra de arte. La ambición, la mentira y la envidia son el mal que lejos de desparecer, han crecido en tamaño en estos años donde el dinero ha acabado con la bondad, la dignidad y la palabra.

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