El camino por donde sale la Luna. Cuando la historia va más allá de la leyenda

ARTURO LUNA BRICEÑO


En la tarde del 4 de mayo del año 1009, Abderramán ben Amir, conocido en Al Andalus como Sanchuelo por ser hijo de Almanzor y de Sancha de Navarra, después de una larga jornada por el camino por donde sale la luna, regresaba a Córdoba acompañado por su harem, sus esclavos y los Infantes de Carrión. Llegó al Monasterio Mozárabe de Xaux, que estaba cercano a Obejo. Iba al encuentro de las tropas de la ciudad a las que se había rendido. Esperaba entrar en Córdoba y ser apoyado por sus seguidores y los fieles a su difunto padre. No consiguió llegar a la ciudad porque fue decapitado.

Ese día y esa ejecución marcan el inicio de la caída y desintegración del Califato de Córdoba. Y también ese día es el punto de partida de las leyendas que poseen todas las vírgenes que siglos después aparecieron en tierras de la antigua Cora andalusí de Fahst Al Ballut. El llano de las bellotas, provincia compuesta por parte de los actuales Valle de la Serena, Alcudia, Los Pedroches y el Campo de Calatrava.



La lucha por el poder en Córdoba enfrentó a los herederos y seguidores de los Omeyas, a los eslavones y a los amiritas. Las tropas bereberes y sus familias, que habían venido para formar parte del ejercito de Almanzor, eran odiados por los cordobeses, y fueron licenciados y abandonados a su suerte. Tras enfrentamientos con el pueblo los expulsaron de la ciudad y los persiguieron hasta que cruzaron el Río Guadalmellato. A partir de ese momento se refugiaron en lo que hoy es nuestra comarca y se dedicaron a saquear a las comunidades mozárabes, que ante el peligro que corrían, abandonaron sus monasterios y basílicas. Escondieron las imágenes que veneraban y partieron para Castilla.

Durante treinta años, que fueron muy violentos, los bereberes camparon a sus anchas. Un siglo después, y tras el empuje de los castellanos, que ayudando a los bandos en litigio se cobraban castillos y plazas fuertes, las fronteras que estaban en el Duero se establecieron en el Guadiana. De su guarda y defensa se encargó la Orden del Temple y tras su abandono por la invasión de los Almoravides, se creó la Orden de Calatrava que continuó cumpliendo la custodia de las fortalezas de la frontera.



En 1212, tras la batalla de Las Navas de Tolosa, la Comarca de los Pedroches fue entregada a la Orden de Calatrava y a su amparo acudieron los descendientes de los huidos mozárabes con la intención de recuperar sus lugares sagrados. Ellos sabían en qué lugar estuvieron estos santuarios. Recuperaron las imágenes que los huidos habían escondido en pozos, encinas o en las grietas de las rocas. Y para venerarlos volvieron a levantar ermitas y oratorios e ir a ellos en romería, como lo hacían sus antepasados, según consta en El Libro de los tiempos y en Alvaro de Córdoba.

Crearon leyendas en la que la imagen de la Virgen, clara influencia templaria, se aparecía a pastores que la llevaban a su pueblo y ante su asombro la Virgen volvía al lugar donde apareció. Es el imperativo de la leyenda: La virgen debe estar en el lugar sagrado y allí se debe de ir a venerarla. Y eso es lo que vamos hacer los fieles de Pozoblanco este próximo domingo. 





No hay comentarios :

Publicar un comentario