La muerte de la conversación

ANTONIO RUIZ SÁNCHEZ
(Periodista)


“La tecnología ha hecho que estemos experimentando una huida de la conversación cara a cara y esto tiene consecuencias muy negativas porque la conversación es la base de la democracia y los negocios, sustenta la empatía y es básica para la amistad, el amor, el aprendizaje y la productividad. Sin ella perdemos aquello que nos diferencia del resto de las especies, perdemos nuestra humanidad”, esto es lo que dice la investigadora Sherry Turkle en su último libro. Aunque también lanza un mensaje optimista: “estamos a tiempo de atajar el problema. Tenemos lo más importante, nos tenemos los unos a los otros”.

Nos encontramos en una “crisis de empatía”, porque “incluso un teléfono en silencio sobre la mesa nos desconecta. Esperamos más de la tecnología y menos del otro y hemos sacrificado la conversación por la mera conexión. Pero tras esto se esconde una dolorosa realidad: “la sensación de que nadie nos escucha”.

El gran problema es que no queremos estar a solas con nosotros mismos, con nuestros pensamientos y reflexiones. Los padres no quieren que sus hijos tengan ratos muertos, los ven sin hacer nada y se ponen nerviosos. Pero el aburrimiento infantil es “un motor, es la chispa que enciende la imaginación”. Hablando con padres, la investigadora percibe que “se dan cuenta de que sus hijos son menos empáticos de lo que deberían ser a su edad”.

Lo irónico es que “los padres se quejan de que los niños no quieren hablar con ellos porque están ocupados con el teléfono a la hora de comer y los hijos se quejan de que sus padres hacen lo mismo”. No entienden que “las conversaciones en el seno de la familia son el campo de entrenamiento de la empatía y que no hay mejor manera de desincentivar el bullying que dotar a los niños de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y reflexionar sobre el impacto de sus acciones”.

¿Qué podemos hacer desde ya? Turkle aconseja no ir a todas partes con un dispositivo en la mano. También disminuir la velocidad, aprender a escuchar nuestra voz interior. Tomarse un tiempo para estar tranquilo. Crear espacios sagrados para la conversación y hablar con la gente con la que no estés de acuerdo. Nuestros prejuicios afectan tanto a nuestra conversación como nuestras distracciones. Va a resultar que el móvil mató a la conversación. Y esto no puede ser. No podemos permitirlo. 


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