Yo estuve en los campamentos de Veredas (y III)

PACO CABRERA


Tras el descanso de la siesta. A las cinco de la tarde el Campamento cobraba vida. El bullicio iba saliendo de las sombras de los árboles. Enseguida formaban los acampados para recibir la merienda, unas veces torta con chocolate, otras, batidos con alguna que otra magdalena o un pequeño trozo de chorizo con algo de pan.

Posteriormente empezaban las competiciones, bien de juegos de salón, tales como damas, ajedrez o parchís, o bien actividades deportivas. Así más o menos hasta las siete y media de la tarde, que bajaban al arroyo Guadamora a refrescarse o bien a las duchas, que estaban al lado del antiguo pozo de la huerta del santero, para estar fresquitos y limpios para la hora de visita de las familias, que era de ocho a nueve. En estas visitas era de agradecer la de veces que venían con polos o helados, que imaginaos como caerían en las tardes del tórrido agosto. En la hora de visita se ponía música en el ambiente. No podemos olvidar a Demis Roussos con su canción “Un mundo de hombres niños”, de la cual me permito recordar el estribillo que tanto nos ayudaba a todos: “Canta un canto al mundo, / que todos oigan al despertar/, canta, si pones Alma, /hasta los sordos te escucharán. / Canta un canto al mundo/ porque cantando cambiará tal vez. / Canta un canto puro/ como los sueños de tu niñez”. No podemos olvidar a José Antonio Guijo, con su “Al alba” de Luis Eduardo Aute. No podemos olvidar a la mamá de nuestros Campamentos Mari Carmen Escribano con su “Háblame del mar marinero”. No podemos olvidar a… La lista sería bastante larga. Lo que si era cierto que en la caída de la tarde se vivía y experimentaba un remanso de paz, de convivencia, de felicidad entrañable, que ha sido una gozada el haberlas podido vivir.

A las nueve de la noche, ya sin padres, la cena. Y antes de dormir, el “Fuego de Campamento”: chistes, canciones, poesías… ¡Buenas noches de nuestro cura Juan! Y a dormir.
Bueno, contaré uno de los chistes que quedó casi como botón de muestra de nuestros “Fuegos de Campamento”:

Va un señor a la feria de Jerez con el deseo de comprar un caballo. Se encuentra con un vendedor muy espabilado, que enseguida al verlo y conocer sus intenciones le ofrece uno. / -¿Cuánto vale ese caballo? / -Doscientas cincuenta mil pesetas (Hablo de 1980, más o menos) Era un dineral / -¿Cómo tan caro? / -“Mie osté” Tiene un algo especial. Si yo le digo ¡vaya tela! Empieza a caminar. Si le digo “¡vaya tela, vaya tela!”, empieza a correr. Si le digo: “Vaya tela, vaya tela, vaya tela”, galopa. / -Bueno, y, ¿cómo lo paro? / -Sin problemas, la palabra mágica “stradivarius” y se queda parado en seco. / -Bueno, no me parece mal, pero antes tendré que hacer una pruebecita. / - “Me paece bien” / Mi buen hombre se sube en el caballo, dice: / - ¡Vaya tela! / El caballo empieza a caminar. / -¡Vaya tela, vaya tela! / El caballo empieza a correr. / ¡Vaya tela, vaya tela, vaya tela! / El caballo empieza a galopar. / Nuestro buen hombre ve que el caballo se acerca a un precipicio y se le ha olvidado la palabra mágica. Ya a punto de caer, se acuerda, y la dice: / -“Stradivarius” / Y el caballo quedó como una estatua asomado al precipicio. / Se asoma el jinete asustado, y exclama sobresaltado: / “Ojú, vaya tela”.

A lo largo de los diferentes días teníamos unas actividades especiales que voy a nombrar y toco de pasada:

Amanecer en las cumbres. Nos levantábamos muy temprano, sobre las seis de la mañana. Un paseo de madrugada subiendo la montaña. Allí arriba, la Eucaristía, para dar gracias a Dios por la vida y la naturaleza. La vista era espléndida. Descubrir a Dios en la Creación.

El amigo invisible. Al acabar el desayuno cada uno cogía un papel donde iban mezclados los nombres de los niños, las niñas, monitores, cocineras, capellán. La papeleta se recibía en secreto. Durante veinticuatro horas tratarías de hacerle la vida lo más agradable posible a quien te hubiera tocado en el papel. Él no se podía dar cuenta. ¿Quién me habrá hecho la cama?, por ejemplo. De noche celebrábamos la Eucaristía en la roca de aparición de la Virgen de Veredas y en su transcurso descubríamos nuestros amigos invisibles. Imaginaos las sorpresas.

Día del Perdón y la Reconciliación: Celebrábamos un Acto Penitencial, al que solía también venir el párroco de Torrecampo, D. Francisco Palos Portero, había que poner en orden todas nuestras travesuras. Escenificábamos el evangelio de “El hijo pródigo”.

Paseo matinal y baño. Desayuno y baño tempranero, a las nueve de la mañana, bien en la Charca de las higueras, o bien en la del Puente de San Benito. Era delicioso un baño a esas horas en agua sin sal y sin cloro. Volvíamos más temprano al Campamento para ducharnos antes de comer a mediodía.

Festival de la canción. Una noche, a los once o doce días de acampar, los chicos y chicas que querían participar, y acompañados a la guitarra por José Antonio, nos deleitaban en un Fuego de Campamento especial. Con jurado incluido.

Fiesta de Clausura. Palabritas de padres, de monitores y los ganadores del Festival de la Canción, junto a algunas piezas cómicas teatrales que habíamos ensayado. Iba precedido de una gran Eucaristía, donde, ya colocadas las familias, los chicos y chicas entraban en procesión acompañados de sus monitores y banderines.

Como colofón, al final de la Fiesta de Clausura, un autobús nos estaba esperando. Íbamos a convivir un día en la playa.

No quiero olvidar a los que se nos fueron: D. Antonio Jiménez Romero SDB (iniciador de esta actividad). A D. Juan Caballero Romero, cura de San Sebastián (tantos años Capellán en nuestros Campamentos) y nuestra cocinera Rosario Cabrera, recientemente fallecida. Con nuestro agradecimiento, una oración para ellos.




NUNCA ESTAMOS SOLOS

A todos los niños y monitores que estuvimos en los Campamentos de la “Virgen de Veredas” en Torrecampo (Córdoba).


Niños, niños, niños, / ¿qué buscáis?, / ¿adónde vais?/ Habrá calor en la siesta, / por la mañana, habrá viento, / la comida, apretados, / y sin embargo, contentos. / Compañeros de camino: / avispas, moscas, insectos, / pero un compañero amigo, / no faltará a nuestro encuentro. / Subiremos las montañas, / piedras, veredas, repechos, / nos cansaremos de andar, / y algo muy dentro, muy dentro. / Amaneceremos en cumbres, / ¡el madrugar!, ya lo siento, / y nuestro Amigo Invisible, / siempre será compañero. / Tendremos nuestra experiencia; / el mundo no entiende esto, / nos dirán locos, héroes, qué sé yo, / tantas cosas y sin cuento. / ¿Cómo es posible en la vida, / sentir y sentir, a destiempo, / luchar contra la marea? / merece la pena, en serio. / Compartiendo habrá alegría, / compartiendo habrá contento, / compartiendo habrá un tesoro, / en cada corazón tierno. / 


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